En estas fechas, los papás con críos en edad escolar seguro tienen la cabeza puesta en las vacaciones pues, estarán de acuerdo conmigo, cualquier pretexto es válido cuando de conseguir un poco de paz y distracción se trata. Pensar en momentos fuera de la rutina, donde podamos gozar de un tiempo sin prisas, estrés ni ansiedades es uno de los mayores retos que existen y de los que más anhelamos conseguir.
De ahí surgió la idea que quiero compartir con ustedes: ¿Cuántas veces han observado en la calle a gente que camina con caras largas, metida en su mundo y prestando poca o nula atención a lo que ocurre a su alrededor? Lo más rudo es cuestionarnos si nosotros andamos así. Y ya encarrerada en estos temas, ¿qué tanto sonreímos en un día? Sí, ya sé, de entrada suena cursi pero basta echar un poco de conciencia para entender la profundidad de lo que les estoy preguntando.
Estudios científicos han probado la cantidad de beneficios que trae la risa a la salud: oxigena el cerebro, ejercita los músculos de la cara, libera oxitocina y además ¡ayuda a perder peso! En el terreno emocional pensemos qué tan abiertos estamos a sorprendernos de las cosas simples. Creo con firmeza que nuestra capacidad de reír va de la mano de la oportunidad que nos damos para disfrutar aquello que nos sucede.
Vale la pena aprovechar los ratos libres o cualquier situación para practicar el ejercicio de la sonrisa y enseñarles a nuestros hijos que vivir también se trata de divertirse, maravillarnos y ser felices. Se supone que a eso venimos al mundo, ¿no? Recordemos que las palabras convencen pero el ejemplo arrasa y la meta de ser dichosos es algo que nos toca inculcarles.
Así que independientemente de las circunstancias que les toca atravesar justo ahora, no olviden que van a pasar y lo importante no son éstas, sino cómo las manejan. Por eso, citando a un querido amigo mío: “Todos nos vamos a morir, nomás no empujen, o en este caso, no se avienten».
La vida es corta, smile and be happy.