“Todos vivimos experiencias en nuestra infancia que nos dejaron formas de mirarnos y de responder ante la vida, fomentadas por la manera en que crecimos y reforzadas a través de nuestra existencia”, esto nos decía hace unas semanas Anamar Orihuela, una gran psicoterapeuta y colaboradora del programa de radio, y que quise compartir con ustedes. Les cuento.
Resultase ser (sic), que cuando somos muy pequeños, nos vamos formando una armadura a nuestro alrededor para poder convivir con las cosas que nos afectan o nos lastiman. Esto no tiene nada que ver con el hecho de si tuvimos una niñez feliz o trágica, todos nos forjamos esta protección que nos permite enfrentar el entorno. Hasta aquí todo está bien, es necesaria y punto.
La complicación, y el verdadero chiste de querer hablarles de esto es todo lo que pasa cuando llevamos esa coraza con nosotros y pretendemos meternos en ella si las cosas no se presentan como quisiéramos. Lo mismo da si hablamos de relaciones de pareja, amigos, familiares o trabajo. ¿Cuántas veces nos cachamos en situaciones en las que nuestras reacciones nos rebasan y no sabemos ni de dónde ni de parte de quién nos sentimos así? ¿O de la nada nos descubrimos sintiéndonos solos, tristes y miserables? ¿Les hizo check? Pues tal vez sea momento de revisar esos sobrevivientes con los que hasta ahora veníamos operando.
Nuestro lado sobreviviente recrea la realidad en la que creció una y otra vez porque la conoce y se siente a salvo en ella, aunque sea carente y conflictiva. Además confirma ideas como: “No soy suficiente”, “no hay nadie en quien confiar” “al final todos me abandonan”, “nadie me quiere”, etcétera.
¿De qué manera saber que estás moviéndote a partir de él? Piensa en la última ocasión en la que tuviste una discusión o un problema y perdiste el control. ¿Lo que sentías tiene relación con alguna escena de tu niñez?
La buena noticia es que volvernos conscientes de una conducta o comportamiento nocivo es el primer paso para sanarlo.
Es importante entender que esos esquemas que antes nos ayudaban, hoy son un freno y una fuente de sufrimiento innecesario. Por eso, les dejo unos tips para desactivarlos:
Respecto al último punto, Anamar Orihuela nos propone el siguiente: “Mi sobreviviente, agradezco tu presencia que me permitió hacerme fuerte ante las situaciones dolorosas de mi infancia. Hoy aprendo a desarrollar medidas más conscientes y adultas de estar en la vida. Sé que soy valiosa, suficiente, merecedora y capaz de protegerme y vivir en paz siendo yo misma”.
El trabajo interno no hay cómo evitarlo, no nos lo podemos saltar, así que a poner a trabajar la conciencia.