¿Han oído que a veces nuestro peor enemigo somos nosotros mismos? Me refiero a todas las veces que nos hablamos o calificamos terriblemente, y los momentos en que nuestra auto exigencia y perfeccionismo, nos hace dejar de valorar nuestra capacidad y potencial.
Hay quien dice que somos nuestro peor enemigo, pero tal vez el problema muchas veces está en ser demasiado exigentes o críticos con nosotros mismos. Nos cuesta perdonar nuestros errores y a veces hasta nos exigimos de una manera que una persona habitualmente no se exigiría a sí misma. ¿Por qué podemos llegar a ser tan duros con nosotros mismos?
Es tomar una actitud de demasiada autoexigencia, perfeccionismo, insatisfacción personal, autocrítica constante, autocastigo e incapacidad para perdonarse a sí mismos. Son personas que maximizan sus errores y los ven como fracasos.
¿CÓMO SABER SI YO SOY ASÍ?
Si te sientes identificada con alguna de estas señales podrías serlo:
La mayoría de nosotros batallamos con una voz interna de autocrítica. Cuando está distorsionada se vuelve una voz exigente, punitiva y persecutora. Es una voz que te dice que:
Esa voz te pone pruebas no para ver si las pasas, sino para que falles y poder volver a poner el dedo en la llaga.
La primera razón tiene que ver con causas evolutivas. Una de las funciones de la autocrítica es mantenernos a salvo de comportamientos repetitivos peligrosos y posibles errores que amenazan la vida.
Por ejemplo, esa voz evita que vuelvas a tomar sin cuidado un objeto afilado y que puedas lastimarte seriamente. Nuestro cerebro monitorea nuestra mente y comportamiento, así que cuando cometemos errores, podemos notarlo y entonces se enciende una “alarma” cuando algo no sale bien.
Para poder corregir o mejorar, primero debemos darnos cuenta de que se ha producido un error.
La finalidad de todo esto es que aprendamos las lecciones correctas de nuestras experiencias. Otra razón viene como resultado de un trauma infantil o experiencias y enseñanzas infantiles adversas.
Críticas constantes y exigencias desmedidas por parte de las figuras parentales, principalmente. Cualquier tipo de abuso físico, verbal, emocional, sexual o psicológico puede contribuir a la autocrítica.
Hay quien aprendió que castigándose se motiva para seguir adelante. La autocrítica motiva desde el miedo y el juicio, lo que genera muchos problemas que superan con creces los beneficios de utilizar este tipo de motivación.
Mucha gente obedece las exigencias de esa voz tiránica porque cree que si se le da gusto dejará de molestar, pero es muy probable que nunca dejarás satisfecha a esa voz porque:
Puede llevar a pensamientos rumiantes que interfieren con nuestra satisfacción y puede impactar al organismo, al estimular mecanismos inflamatorios que conducen a enfermedades crónicas y aceleran el envejecimiento.
Cuando la dureza con uno mismo es crónica, esto puede reflejarse en síntomas de depresión, ansiedad, abuso de sustancias, imagen negativa de sí mismo y disminución de la motivación y la productividad.
El resultado final es que desarrollas un miedo al fracaso que puede paralizarte: Porque cuando no haces todo “bien”, entonces es más probable que tu temor a que esto se repita, o empeore, te hace dejar de intentarlo en una siguiente oportunidad.
No se trata de eliminar a la voz crítica, sino de reubicarla y dosificarla.
Muchas veces esa voz interior tiene una intención positiva, sólo que como está desde una posición de autoridad, es muy agresiva para comunicarse.
Sin embargo, quizá convenga traducirla; por ejemplo: Si te dice “Vas a fallar”, quizá lo que te quiera decir es “Prepárate bien y hazlo con cuidado”. Si te dice “Nadie te va a querer”, es posible que esté tratando de alertarte para que hagas algún cambio en tu conducta o dejes de aislarte, por ejemplo:
Fuente: Mario Guerra, Tanatólogo, conferencista y Business Coach. TW: @marioguerra