Muchas veces con quien queremos estar no quiere y cuando otro quiere, nosotros no queremos, esto es lo que sucede cuando te enamoras de espejismos.
Muchas veces esto pasa cuando vamos a la persecución de espejismos de idealización que proyectamos sobre una persona, muy frecuentemente emocionalmente indispuesta, pero que nos deja con mucha frustración y confusión cuando nos preguntamos “¿Qué tengo de malo? Relaciones que no comienzan, o qué inician y se acaban rápidamente es un escenario muy frecuente en este caso.
Cuando hay un espejismo real, ciertas condiciones externas, combinadas con otras internas, nos ofrecen imágenes de lo que necesitamos o queremos ver, pero que, por auténticas que parezcan, no pertenecen al mundo de la realidad.
En las relaciones podemos pensar en un espejismo como la combinación de:
Una persona emocionalmente sana no te viene muy bien porque su identidad te estorba para proyectar lo que quieres ver, así que mejor te relacionas con personas “pared” o “pantalla”, porque (como realmente no te dan nada) en ellos puedes proyectar claramente todos tus deseos fantasiosos.
Por ejemplo, una persona emocionalmente indispuesta para una relación, tiene otra pareja, siempre está trabajando, sus hijos están primero (siempre), nunca tiene tiempo de mandarte o responder tus mensajes, aparece y desaparece de forma intermitente de tu vida (y a veces cuando aparece hasta parece dar señales de interés).
Son personas que ya hicieron el “Check out” al mismo tiempo que hacen el “Check in”. Se comporta de manera fría, inexpresiva, es muy racional y poco emocional y siempre tiene una explicación lógica de por qué es mejor ser así y de lo mal que haces al presionar. No le gusta hablar ni arreglar nada, dice que siempre la haces de “tos”, que serían tan felices si no lo hicieras todo tan complicado, etc.
Muy frecuentemente estas personas al inicio se mostraban interesadas, pero conforme buscaste más cercanía, se alejaron. Aunque por un lado podrían mostrarlo, pero por el otro uno siempre “ve” mejor lo que quiere o espera ver.
Finalmente, “intenseas” mucho cuando esa pareja te dice que ya se quiere ir o definitivamente termina la relación. No aceptas la ruptura y exiges que hablen, que le echen ganas, que luchen. Puede ser de manera suplicante o hasta agresiva si el otro no cede.
Pero realmente nunca amaste a esa persona, sino a lo que en ella tú proyectabas. A tu espejismo personal. Cuando se quiera ir reclamarás: ¿Cómo es posible que me quiera quitar la pantalla donde proyecto mi felicidad?
Aunque al inicio todo parezca estar bien, conforme la “irrelación” avanza, empiezas a ver algunas señales:
Esto porque antes la proyección era tan grande que veías lo que deseabas ver. No es que haya cambiado en realidad, es que nunca te diste cuenta de cómo era porque sólo veías a tu espejismo.
Porque se tiene en la cabeza una idea de la persona ideal y entonces realmente nos relacionamos con esa idea, con un espejismo; con el sueño de lo que deseamos que esa persona sea (pero que evidentemente no es, aunque no puedas verlo aún).
El otro es realmente una pantalla donde tú proyectas tus deseos idealizados, pero igual que un espejismo; una proyección nunca será la realidad.
Porque hay un gran miedo a estar solos o quedarnos solos (posiblemente apego ansioso). Es como querer hacer que alguien represente un rol en el escenario de tu vida sin haberlo invitado, sin saber si tenía interés o el talento para hacerlo. Y luego te quejas que no llegaste ni a las 100 representaciones.
Fuente: Mario Guerra. Tanatólogo, conferencista, business coach, psicoterapeuta.
Síguelo en TW: @marioguerra o a través de encuentrohumano.com