– A los niños tenemos que hablarles según su edad y nivel de madurez. Con la verdad pero sin dar información de más.
– Pensar en todo momento que hablarles de suicidio o muerte no es darles ideas, es prevención pura.
– Tenemos de dejar que los niños se despidan y cierren círculos. Ellos también viven un duelo y debemos acompañarlos en él.
– Incluirlos en el suceso y los funerales. Sí llevarlos al velorio, pero protegerlos de las manifestaciones descontroladas de dolor por parte de otros miembros de la familia.
– Preguntarles y permitirles ver el cadáver si así lo quieren cuando sea un familiar muy cercano y las condiciones del cuerpo lo permitan. Advertirles que lo que verán tal vez no es exactamente lo mismo que esperan ver.
– Definir términos como funeraria, cremación, alma y esas cosas que damos por hecho que el niño entiende.
– Para eliminar la idea de de la muerte con una calaca, tenemos que revisar si consideramos muerte como destino o desgracia.
– Validar sus primeras pérdidas, como la de la mascota, para que estén listos para pérdidas mayores.
– No dar largas explicaciones ni sermones acerca de cómo debería de sentirse el niño.