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¿Qué emoción tenemos secuestrada y no nos deja avanzar?

¿Han estado guardándose todo lo "malo"? Eso puede provocar mucho daño a largo plazo. El secuestro de emociones no es para tomarse a la ligera

julio 30, 2025

Aquí les vamos a explicarles arte de hacernos daño y la emoción secuestrada que no dejamos florecer.

¿Quienes no se han creído a prueba de balas? pensar que las emociones no nos afectaran y terminamos por reprimir todo eso, Y en ese proceso, sin darnos cuenta, vamos guardando emociones en cajones secretos. Las escondemos, las racionalizamos o las evitamos… creyendo que así somos más fuertes. Pero lo que no sentimos, no desaparece. Se esconde. Y desde ahí, nos maneja.

¿Cuál es esa emoción que tienen secuestrada? Esa que no nos permites sentir, pero que nos está saboteando por dentro.

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¿Qué significa tener una emoción secuestrada?

Es una emoción que en algún momento decidimos no sentir completamente, que pensamos aguantar y «guardar» para no sentirla en ese momento. Tal vez porque nos dolió mucho. Tal vez porque no nos sentíamos seguras. Tal vez porque alguien nos enseñó que “no era correcto” sentir eso. 

Pero cuando no le damos espacio a una emoción, no se va, solo se congela… y desde ahí comienza a afectar nuestras decisiones, nuestras relaciones y también la manera de ver la vida. Después de todo, nada se puede contener para siempre, siempre hay un límite y es preferible liberar presión antes que ver cómo todo termina por «explotar» debido a las presiones que hemos estado acumulando. 

¿Por qué las secuestramos?

Sabemos que secuestrar puede sonar algo agresivo, pero esto va mucho más que simplemente «aguantarnos», esto ya es algo que nos daña constantemente y nos produce más que solo estar «sensible». Pero  la razón es porque cuando éramos pequeños, vulnerables, aprendimos que algunas emociones eran peligrosas:

  • El miedo nos hacía ver débil.
  • El enojo nos hacía ver agresivas.
  • La culpa nos hacía sentir malas personas.
  • La tristeza molestaba a los demás.
  • La exigencia se confundía con valía.
  • Y así, sin querer, comenzamos a tragarnos lo que sentíamos.

¿Dónde y cuándo aparecen?

Estos momentos siempre nos caen en el peor de los momentos, como si todo estuviese planeado para darnos una fea experiencia, pero eso es justamente lo que pasa cuando no tenemos una verdadera salud emocional. Y es justamente en los momentos clave:

  • Cuando queremos tomar una decisión.
  • Cuando vamos a terminar una relación
  • Cuando emprendemos algo nuevo.
  • Cuando alguien nos lastima.
  • Cuando necesitamos descansar.

Ahí aparece la emoción secuestrada… y toma el volante para hacernos la vida de cuadritos. 

¿Qué emociones estamos secuestrando?

Es hora de hablar sobre este problemón, debemos aprender sobre las emociones que tenemos bien encerradas e identificar cómo, cuándo y porqué es que las secuestramos hasta que nos terminen por dentro. 

Miedo: la emoción silenciada por excelencia

El miedo mal entendido se vuelve parálisis.

Si lo tenemos secuestrado, probablemente: 

  • Posponemos decisiones importantes.
  • No confiamos en nuestra intuición.
  • Necesitamos aprobación constante.

Ejemplo: Quieres cambiar de trabajo, pero algo te dice: “¿Y si no puedes?”, “¿Y si no eres suficiente?”.

Cómo liberarlo: El miedo no se vence con fuerza, se calma con presencia. Mírale a los ojos. Escríbele una carta. Pregúntale qué quiere proteger en ti.

Ira: la emoción que nos enseñaron a temer

Especialmente a las mujeres, se nos enseñó que el enojo era “poco femenino”. Pero la ira no es mala. Es una señal de que algo te está doliendo o es injusto.

Si la tenemos secuestrada, probablemente:

  • Explotamos en momentos injustificados.
  • Guardamos resentimiento.
  • Nos cuesta poner límites sanos.

Ejemplo: Nos enojamos que nuestras parejas nos escuchen, pero en vez de decirlo, hacemos sarcasmo o nos alejamos en silencio.

Cómo liberarla: Reconocer que el enojo nos protege, reacciona cuando sentimos que te nos están haciendo una injusticia. Escríbanlo, exprésenlo en movimiento (bailar, boxear, gritar en un cojín). Y después, tradúzcanlo en claridad.

Culpa: la emoción que desgasta el alma 

La culpa nos hace sentir que siempre estamos quedando mal con alguien, o con nosotros mismos.

Si la tenemos secuestrada:

  • No podemos disfrutar sin sentirnos mal.
  • Nos sobrecargamos para “compensar”.
  • Nos cuesta poner límites porque “qué van a pensar”.

Ejemplo: Dices que sí a todo aunque estés agotada, porque si dices no, te sientes mala amiga, mala hija, mala persona.

Cómo liberarla: Reescribamos nuestras creencias. No somos egoístas por cuidarnos. No estamos en deuda con el mundo. Preguntémonos: “¿Esta culpa es nuestra… o aprendida?”

Tristeza: la emoción más incomprendida 

Vivimos en una cultura que premia la sonrisa y castiga la pausa. Pero la tristeza no es debilidad. Es el cuerpo diciendo: «necesitamos soltar algo que dolió.”

Si la tenemos secuestrada:

  • Nos cuesta llorar.
  • Rellenamos nuestras agendas para no sentir.
  • Nos alejamos de la gente que nos hace recordar.

Ejemplo: Terminamos una relación y al día siguiente ya estamos saliendo con alguien más o llenándonos de pendientes

Cómo liberarla: Abracémosla. No debemos racionalizarla. Permitámonos llorar, escribir, hablar de lo que fue. La tristeza no nos va a romper, nos va a limpiar.

Exigencia: la emoción travestida en productividad

Mucho de lo que llamamos “disciplina” o “ambición” en realidad es una tristeza no reconocida… y un miedo a no valer si no hacemos algo.

Si la tenemos secuestrada: 

  • No podemos parar.
  • Nos sentimos culpables si descansamos.
  • Nos definimos por lo que logramos, no por lo que somos.

Ejemplo: Sentimos ansiedad si no hacemos algo “productivo” cada hora del día. Hasta descansar nos estresa.

Cómo liberarla: Reconectar con nuestro valor inherente. Somos suficiente incluso cuando no hacemos nada. Practiquemos momentos de “no hacer”. Pongan atención qué emociones emergen cuando nos detenemos.

Entonces…

Con todo lo que hemos visto ya es hora de decir las cosas como son: sanar no es dejar de sentir. Es aprender a sentir sin miedo. La próxima vez que sintamos que estamos estancados, preguntémonos: ¿Qué emoción estamos evitando? ¿Qué parte de nosotros necesita ser mirada con compasión?

No se trata de evitar lo que duele. Se trata de darle lugar, comprenderla y averiguar de dónde viene para poder darle salida y así aprender a abrazar en vez de ignorar. 

Especialista: Marisa Gallardo. Coach ontológico y conferencista. Autora de “El libro con Alas” y «Spa para el Alma». Tiene una trayectoria de varios años dedicados al estudio de la mente y el comportamiento humano.

IG, FB, Yt y Spotify: @vozconalas // Web: www.marisagallardo.com // mail: info@marisagallardo.com

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