Hay algo en la forma japonesa de hacer las cosas que me trastorna. Esa mezcla entre la cortesía absoluta y la obsesión por la perfección. No es solo estética, es filosofía. Es una manera de vivir. Hace poco me reencontré con una palabra que lo resume todo: Omotenashi.

Es la filosofía ancestral de hospitalidad que define a Japón. No se trata solo de atender bien: es hacer sentir tan cómodo al otro como en su propia casa. Es anticiparse a sus necesidades, incluso antes de que ellos mismo lo noten. Es cuidar cada gesto, cada detalle, cada interacción… con respeto, presencia y generosidad.

Y he pensado que esto es exactamente lo que intento hacer todos los días con ustedes cuentahabientes. Cada reto, cada Master, cada programa, está diseñado para que la experiencia sea impecable, para que nada falte. Esa atención invisible, pero siempre presente, es lo que hace la diferencia entre algo bueno y algo verdaderamente extraordinario.

La segunda palabra que me robó el corazón es Takumi. En Japón, un Takumi es un maestro artesano que dedica más de 60,000 horas de su vida a perfeccionar su técnica. Su trabajo no es solo precisión, es devoción. No hacen las cosas rápido, las hacen bien. Y en un mundo que corre sin mirar, esa idea me parece fabulosa.

Los Takumi me recuerdan que la excelencia no se improvisa: se cultiva. Que la belleza no está en lo nuevo, sino en lo bien hecho. Que el lujo real no se grita, se siente.

Y pensando en todo esto, entendí por qué marcas como Lexus han logrado convertirse en verdaderos embajadores de estas filosofías. Desde hace 36 años, esta marca japonesa lleva Omotenashi y Takumi en su ADN. No solo fabrican coches; crean experiencias diseñadas para emocionar.

Y aquí vienen tres hitos que cambiaron la historia del lujo en el mundo:

• LS 400: el primer coche de lujo japonés, que revolucionó a toda la industria.
• RX 300: la primera SUV de lujo en el mundo, un antes y un después en cómo entendemos el confort.
• RX 400h: el primer híbrido de lujo en la historia, adelantado décadas a su tiempo.

Los acabados, el silencio al manejar, la suavidad con la que responde el motor… todo refleja esa búsqueda por la armonía entre tecnología, arte y emoción.

Cuando conocen la historia detrás de Lexus, entienden que su propósito no es hacer coches más rápidos, sino verdaderas experiencias. Como los Takumi, creen que la perfección está en lo invisible. Y como el Omotenashi, buscan hacer sentir al conductor no como un cliente, sino como un invitado.

Tal vez por eso me fascina tanto la forma japonesa de ver el mundo: porque se basa en respeto, intención y presencia. Porque lo hacen todo con alma.

En una época donde todo se vuelve desechable, las filosofías japonesas, y marcas que las viven de verdad, como Lexus, que lleva 4 años en México, nos recuerdan que el verdadero lujo está en hacer las cosas con propósito. En cuidar los detalles que nadie ve, pero todos sienten. Si quieren vivir esta filosofía realmente, los invito a que entren a lexus.mx o le echen un ojo a su IG @lexusmex.