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El cerebro de los mentirosos: ¿cómo funciona y por qué lo hacen?

Les vamos a explicar cómo funciona el cerebro de los mentirosos y las razones por las que mentir se convierte en algo cotidiano.

agosto 7, 2025

¿Cómo funciona el cerebro de los mentirosos? y ¿por qué no dejan de mentir? Les vamos a contar ¡todo!

Seguro se acuerdan de la serie de Dr. House en donde decía que «todos mentimos» y es verdad, la mayoría de las personas miente entre 1 y 2 veces al día, aunque algunos estudios elevan ese promedio a entre 1.65 y 2–3 mentiras diarias, de acuerdo con Scientific American. Y en promedio, los hombres mienten más que las mujeres: unas 6 mentiras diarias frente a 3 mentiras en mujeres. Los hombres tienden a mentir más para impresionar o acceder a algún beneficio.

Las mentiras nos acompañan a lo largo de nuestros días, ya sea por nosotros mismos u otros. La deshonestidad es algo de lo que no podemos escapar, pero ¿por qué mentimos?

Algo de interés:La honestidad es algo muy caro, no lo esperes de gente barata

La verdad de nuestras deshonestidades

Mentir no es una anomalía, es una función compleja del cerebro humano. Todos, en algún momento, tergiversamos la verdad: a otros, o a nosotros mismos.  Pero… ¿por qué lo hacemos? ¿Qué partes del cerebro están involucradas? ¿Y qué nos dice esto sobre cómo enfrentamos la realidad? Vamos a hablar del mundo del autoengaño, la mentira y la justificación, combinando neurociencia, psicología evolutiva y observaciones de la vida cotidiana. 

Áreas cerebrales implicadas en la mentira: la maquinaria del engaño 

Mentir no es un acto simple. De hecho, requiere más esfuerzo cognitivo que decir la verdad. Estudios con resonancia magnética funcional han identificado varias áreas clave: 

  • Corteza prefrontal dorsolateral (CPFDL): Regula el control ejecutivo, planificación y toma de decisiones. Esencial para inhibir la verdad y formular una versión alternativa.
  • Ínsula anterior: Se activa con emociones sociales como culpa, ansiedad o repulsión moral. Su activación suele indicar malestar al mentir… excepto en personas con ciertos trastornos. 
  • Cíngulo anterior: Participa en la detección de conflicto entre lo que se piensa y lo que se dice (ideal para identificar disonancia). 
  • Núcleo caudado: Se relaciona con la recompensa anticipada, como cuando se miente para obtener un beneficio personal. 

Dato curioso: en mentirosos compulsivos o mitómanos, se ha observado una desconexión funcional entre estas áreas, lo que disminuye la carga emocional al mentir. 

La evolución del autoengaño: ¿mentirnos nos ayudó a sobrevivir?

Desde la biología evolutiva, el autoengaño no solo no es un error, sino que pudo ser una herramienta adaptativa. ¿Por qué?

  • Un individuo que cree en su propia mentira engaña mejor a los demás.
  • El autoengaño puede reducir el estrés asociado a errores o fracasos, lo que mejora la resiliencia.
  • Creer que “todo va a salir bien” o que “yo tengo la razón” puede activar recursos mentales y emocionales que nos mantengan activos, aunque la situación sea adversa. 

Por ejemplo: Cuando alguien asegura que su relación está bien “porque pelear es normal”, quizá no miente… sino que su cerebro necesita esa narrativa para sostenerse emocionalmente.

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¿Por qué justificamos decisiones erróneas? El rol de la disonancia cognitiva 

Leon Festinger, psicólogo social, definió la disonancia cognitiva como el malestar mental que surge al tener dos ideas o comportamientos contradictorios. El cerebro, en su afán por mantener coherencia interna, resuelve esta tensión reformulando la realidad:

  • “No fui grosero, solo fui honesto.” 
  • “No me equivoqué, solo no era el momento.”
  • “No es que no me importe… es que yo soy así.”

Estas justificaciones no son solo excusas; son el resultado de un mecanismo neuropsicológico que protege la identidad y reduce el estrés interno. Dato curioso: cuanto mayor es el esfuerzo invertido en una decisión, más fuerte será la tendencia a justificarla, incluso si fue un error. 

Mentiras útiles vs. mentiras patológicas: el espectro del autoengaño 

Decir que el cerebro miente no es una metáfora: literalmente, nuestro cerebro fabrica narrativas para protegernos, manipular o sobrevivir socialmente. Pero no todas las mentiras son iguales.  Algunas son adaptativas y hasta necesarias. Otras cruzan la línea hacia lo destructivo o clínico. Podemos entenderlas como parte de un espectro que va desde lo útil y funcional hasta lo patológico y dañino. 

Mentiras útiles (adaptativas o sociales)

Estas mentiras ayudan a sostener la convivencia, la autoestima o la regulación emocional. No suelen tener una intención de daño, en si podríamos decir que son «mentiras sin victimas».

Mentiras piadosas o «white lies» 

Las famosas «mentirijillas blancas», que, a diferencia de otras, estas no pretenden dañar a nadie y las usamos más como un recurso necesario.

¿Qué son? Pequeñas falsedades que decimos para no herir sentimientos. Por ejemplo: “Tu presentación estuvo genial”, “No te ves gorda con ese vestido”

Función: Fomentar armonía social, evitar conflictos innecesarios. 

¿Es patológico? No. Es parte de la inteligencia emocional y del tejido social. Nadie quiere lastimar a nadie y en ocasiones es necesario recurrir a pequeñas mentiras.

Mentiras estratégicas

Estas mentiras son de un nivel mayor, se usan como un recurso o parte de algún tipo de plan.

¿Qué son? Falsedades con fines prácticos, como evitar una situación incómoda o conseguir algo. Por ejemplo: “No me llegó el correo” (cuando sí llegó, pero lo ignoraste).

Función: Autoprotección, manipulación leve.  ¿Es patológico? No necesariamente, pero puede volverse problemático si es frecuente. Es mejor usarlas solo en situaciones desesperadas, porque las mentiras constantes eventualmente serán descubiertas.

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Los autoengaños

No hay nada más trágico que mentirnos a nosotros mismos, pero a veces son útiles para evitar otro tipo de tragedias.

¿Qué son? Mentiras que nos decimos a nosotros mismos para evitar el dolor, la culpa o la ansiedad. Por ejemplo: “No me importa que me dejara, ya lo había superado.”, “No me dolió”

¿Cuál es su función? Defensa psíquica. Ayuda momentáneamente a sobrellevar emociones intensas. ¿Es patológico? Puede ser parte del proceso de adaptación emocional, pero si se mantiene a largo plazo puede impedir el crecimiento personal o el afrontamiento real. 

No abusen de esto, ya que negar la realidad con excesiva frecuencia nos evitará aprender sobre el mundo de verdad.

Mitomanía (mentira patológica)

Esta condición ya es una preocupante evolución, cuando no podemos dejar de mentir y lo hacemos tan fácil como respirar.

¿Qué es? Tendencia compulsiva a mentir, incluso sin razón aparente. Por ejemplo: Alguien inventa enfermedades, logros o relaciones constantemente.

¿Cuál es la función? Muchas veces surge por baja autoestima, necesidad de aceptación o impulso incontrolable.

¿Es patológico? Sí. Puede formar parte de trastornos como el trastorno de personalidad histriónico, antisocial o límite.  La mitomanía es mucho más que solo mentir, es un padecimiento mental que afecta la vida diaria de las personas, ya sea el mentiroso o sus «víctimas»

Mentiras narcisistas

Las mentiras que usan para ser algo que no son: inventar cosas para mejorar la imagen, reputación y exagerar para lograr impresionar a otros.

¿Qué son? Falsedades para engrandecer la imagen personal y obtener admiración. Por ejemplo: Inflar logros, inventar conexiones importantes.

¿Cuál es la función? Refuerzo del ego frágil. ¿Es patológico? Puede estar vinculado a trastorno narcisista de la personalidad.

El narcisismo falso no es más que un intento de aprovecharse para intentar sobresalir frente a desconocidos, y esto abunda especialmente en las redes sociales.

Confabulaciones (neurológicas)

Esta condición no es por voluntad, muchas veces se presenta en personas con otras condiciones, y estas no creen mentir, pero todos saben que tampoco están siendo honestos.

¿Qué son? Falsas memorias que la persona cree verdaderas, común en personas con daño cerebral (p. ej., Alzheimer, Korsakoff).

Por ejemplo: Una persona con demencia asegura haber ido al cine ayer cuando no fue. ¿Cuál es la función? El cerebro “rellena huecos” de memoria de forma involuntaria.  ¿Es patológico? Sí, pero no es una mentira intencionada. Es un síntoma neurológico.

La tragedia aquí es que las personas que sufren de esto en verdad creen con toda su fuerza contar una verdad, y en verdad no buscan mentir, pero no tienen verdadero control en eso.

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¿El cerebro humano detecta bien las mentiras?

Aunque nos gusta pensar que podemos «oler una mentira a kilómetros», la verdad es que el cerebro humano no es tan bueno detectándolas. De hecho, nuestra precisión promedio para identificar mentiras es apenas del 54%, es decir, poco mejor que lanzar una moneda. ¿Por qué? Porque confiamos en lo que vemos —una mirada nerviosa, una sonrisa rara, un tono tembloroso—, pero los buenos mentirosos entrenan justo eso: su voz, su expresión, su postura.

¿Por qué? Tendemos a confiar en las expresiones faciales o en la voz, pero los mentirosos hábiles entrenan estos aspectos. Muchos mentirosos no muestran señales fisiológicas (como sudoración o nerviosismo) si no sienten culpa.

¿Cómo detectar a un mentiroso y qué hacer si el mentiroso eres tú?

El cerebro confía más en la coherencia del discurso que en su veracidad, es decir que una persona segura de su mentira nunca será fácil de detectar.

  • No se obsesionen con microexpresiones o lenguaje corporal: lo verdaderamente revelador no está en el sudor, sino en las palabras.
  • Busquen incongruencias en la narrativa: una historia mal armada puede sostenerse una vez, pero no muchas. Hagan preguntas que requieran detalles. Los mentirosos suelen caer en contradicciones al repetir su historia.
  • Observen cambios en versiones, omisiones sutiles o respuestas evasivas: No busquen errores, busquen incoherencias.

¿Y si ustedes son quienes no pueden dejar de mentir?

Si sienten que mienten más de lo que deberían —por hábito, impulso o miedo al rechazo—, no están solos. Mentir puede ser una forma de defensa emocional o una estrategia aprendida, pero a largo plazo erosiona su autoestima, sus relaciones y su sentido de identidad. 

Paso 1: Reconózcanlo sin juicio. No se trata de culparse, sino de hacernos conscientes. 

Paso 2: Detecten patrones. ¿Cuándo mienten más? ¿A quién? ¿Por qué? Identifiquen los detonantes; es clave.

Paso 3: Trabajen el miedo detrás de las mentiras. Muchas veces mentimos porque creemos que la verdad no será aceptada. Esto se trabaja con terapia, escritura reflexiva o conversaciones honestas. 

Paso 4: Sustituyan las mentiras por una versión auténtica, pero cuidadosa. Pueden ser honestos sin ser hirientes. Decir la verdad con empatía también se entrena. 

Y ¿Que piensan?

Mentir es humano. Pero elegir cuándo, cómo y por qué decir la verdad también lo es. El objetivo no es ser brutalmente sincero ni convertirnos en detectores infalibles, sino entender lo que hay detrás de cada mentira —propia o ajena— y elegir conscientemente si seguir usándola… o no. 

Especialista: Pablo León. Médico cirujano especialista en psiquiatría y neuropsiquiatría. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores y jefe del laboratorio de psiquiatría experimental del Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía.

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