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Test: ¿sufres de Síndrome de Estocolmo en el trabajo?

Les vamos a contar todo sobre el Síndrome de Estocolmo en el trabajo y cómo evitar que nos afecte en la vida laboral.

noviembre 6, 2025

¿Dan todo por la chamba?, ¿viven con el agobio de los pendientes pero no renuncian? Chance y ¿podrían tener síndrome de Estocolmo en el trabajo? Rodolfo Solís, Psicofisiólogo Clínico, nos dejó un test para lo descubran.

¿Alguna vez han sentido apego por un trabajo que los hace sufrir? Les vamos a explicar síndrome de Estocolmo en el trabajo, que es cuando terminas justificando malos tratos, exceso de trabajo o ambientes tóxicos por miedo a perder tu empleo o por lealtad mal entendida. Además, les traemos un test infernal para que descubran si tienen este Síndrome o no.

Test: ¿sufres de síndrome de Estocolmo en el trabajo?

Responde con la opción que más se acerque a tu realidad. (A:casi nunca / B:a veces / C:casi siempre).

Cuando tu jefe te grita o te habla mal, ¿qué piensas?

A) “Qué falta de respeto.”
B) “Seguro tuvo un mal día.”
C) “Tiene razón, yo debí hacerlo mejor.”

¿Sientes culpa si tomas vacaciones o un día libre?

A) No, me las gané.
B) Un poco, pero trato de disfrutarlo.
C) Sí, me siento mal por no estar “dando el 100%.”

Si tu trabajo te genera ansiedad o insomnio, ¿qué haces?

A) Busco ayuda o pienso en cambiar.
B) Lo aguanto, pero me quejo con mis amigos.
C) Me convenzo de que “todos estamos estresados, es normal.”

Cuando la empresa te exige más sin pagarte más, tú…

A) Pongo límites claros.
B) Lo hago por compromiso, pero con molestia.
C) Digo “claro, lo que necesiten”, mientras mi ojo izquierdo tiembla.

Si alguien critica a tu empresa o a tu jefe, ¿cómo reaccionas?

A) Escucho y tal vez hasta estoy de acuerdo.
B) Lo defiendo un poco, depende quién lo diga.
C) Me siento personalmente atacado: “¡No lo conoces como yo!”

Cuando piensas en renunciar, ¿qué te frena?

A) Quiero algo mejor, no miedo.
B) Me da ansiedad cambiar.
C) “No puedo dejarlos ahorita, me necesitan.”

¿Qué sientes cuando recibes una crítica injusta?

A) La analizo y defiendo mi punto.
B) Me enojo, pero no digo nada.
C) Me disculpo aunque no sea mi culpa.

¿Tienes miedo de perder tu trabajo, incluso si ya no te hace feliz?

A) No, la felicidad también es importante.
B) A veces, pero intento balancear.
C) Sí, prefiero aguantar que arriesgarme.

Si te ofrecen otro trabajo mejor pagado, pero tu jefe te dice “sin ti no somos nada”…

A) Le agradezco y me voy.
B) Lo pienso mucho.
C) Me quedo “por lealtad”.

¿Cómo describirías tu relación con tu jefe o empresa?

A) Profesional.
B) Complicada, tipo amor-odio.
C) Casi familiar, aunque a veces duela.

Los resultados

Mayoría A — Libre y consciente

Tienes los pies bien puestos. Sabes distinguir entre compromiso y sometimiento. No confundes exigencia con cariño ni maltrato con liderazgo. Probablemente inspires a otros a poner límites saludables.

Mayoría B — En riesgo de síndrome de Estocolmo laboral

Estás en la cuerda floja: sabes que algo no anda bien, pero te da miedo soltar. Tal vez racionalizas las injusticias o minimizas tus emociones para “no armar drama”. Necesitas reconectar con tu autoestima laboral y recordar que la lealtad no debe doler.

Mayoría C — Síndrome de Estocolmo laboral confirmado

Tu identidad laboral está tan fusionada con tu empresa que justificas comportamientos abusivos y hasta te sientes culpable por no sufrir más. No es debilidad: es mecanismo de defensa. Pero ojo, el trabajo no debe sentirse como una relación tóxica. Considera hablar con un psicólogo laboral o terapeuta, y recuerda: nadie merece sueldos emocionales.

Todos hemos escuchado frases como:

  • “Deberías estar agradecido”.
  • “Aquí somos como una familia”.
  • “Te pedimos mucho, pero es por tu bien”.
  • “Aquí todos nos ponemos la playera”

Pero ojo, cuando el lenguaje corporativo empieza a sonar como el de una relación tóxica, detente. Podrías haber caído en el síndrome de Estocolmo corporativo: un vínculo psicológico que te hace permanecer donde ya no te sientes bien, justificando exigencias excesivas, ritmos insostenibles y una cultura del sacrificio. Reconocerlo no es debilidad. Es lucidez.

Para romper el vínculo, se necesita distancia. Hay que escuchar voces fuera del círculo, hacerse preguntas incómodas: “¿Esta empresa realmente me respeta o me explota disfrazándolo todo con el léxico del agradecimiento?”.

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¿Qué es el síndrome de Estocolmo? 

El síndrome de Estocolmo es una reacción psicológica que se da cuando una persona secuestrada comienza a sentir apego, comprensión o incluso cariño por su captor.

En el entorno laboral, este mismo fenómeno puede reproducirse sin necesidad de rejas ni armas: cuando un trabajador desarrolla una lealtad emocional y racionalmente injustificada hacia una empresa que lo explota o lo desgasta, estamos frente a una forma moderna de ese síndrome.

¿Cómo se manifiesta?

En el trabajo, el síndrome de Estocolmo se traduce en una devoción ciega hacia la empresa, incluso cuando esa empresa exige demasiado y devuelve poco. El lenguaje corporativo empieza a sonar como el de una relación tóxica. Un vínculo que te hace quedarte donde ya no te sientes bien.

Se da cuando una persona:

  • Justifica jornadas interminables (“Es que aquí todos le echamos ganas”).
  • Se siente culpable por tomarse un día libre (“Me da pena faltar, van a pensar que no soy comprometida”).
  • Agradece tener empleo aunque viva en agotamiento (“Debería estar agradecida, hay gente que ni trabajo tiene”).
  • Este vínculo nace del miedo (a perder el empleo), del aislamiento (no hablar de lo que se sufre) y de la necesidad de sobrevivir (económica o emocional).

«Aquí somos una gran familia»: la trampa emocional 

Esa frase tan común —“aquí somos como una familia”— puede sonar cálida, pero muchas veces es una trampa emocional.

Sirve para justificar:

  • Exigencias sin límites (“si somos familia, todos debemos sacrificarnos”).
  • Falta de pago justo (“hazlo por amor al proyecto”).
  • Falta de respeto a los horarios o espacios personales (“responde el mensaje, somos equipo”).

Ejemplo: Cuando te piden quedarte a trabajar hasta más tarde de tu horario con un “gracias por ser tan entregada, eres el alma del equipo”. Pero, cuando pides un aumento o un descanso, te tildan de “poco comprometida”. Así empiezas a creer que descansar es sinónimo de fallar, y que agotarse es un honor. Eso es Estocolmo laboral.

La ilusión del reconocimiento 

El reconocimiento en entornos tóxicos se convierte en una moneda emocional: te dan elogios en lugar de derechos. Se crea un pensamiento anestesiante: “Tengo suerte de estar aquí, debería agradecer.”

Ese tipo de pensamiento apaga el sentido crítico y genera dependencia emocional. Las personas terminan compitiendo por una palmadita en la espalda en vez de exigir condiciones dignas.

Ejemplo: Recibes un correo del director que dice: “Tu esfuerzo salvó el proyecto”, pero lo que no dice es que tuviste que trabajar tres fines de semana seguidos y no verás una hora extra pagada. Aún así, el correo te hace sentir “elegido”. Así funciona la trampa del reconocimiento.

¿Cómo romper el vínculo?

Desvela la dinámica

  • Reconoce que algo no está bien.
  • Hazte preguntas como:
  • ¿Estoy dando más de lo que recibo?
  • ¿Mi empresa respeta mis límites personales?
  • ¿Me siento libre de decir “no”?

Hablarlo con alguien fuera del entorno laboral es fundamental. Desde fuera, se ve con claridad lo que dentro parece normal.

Toma distancia. Un fin de semana desconectado, una semana de vacaciones o incluso empezar a buscar otras opciones laborales puede ayudarte a recuperar perspectiva. A veces basta alejarse un poco para ver lo que realmente pesa.

Recupera la lucidez.

  • Tu valor no depende de la aprobación de tus jefes.
  • Tu identidad no es tu puesto.
  • No eres tu productividad.
  • Eres una persona, no un KPI.

Replantea tu idea de lealtad.

  • Dejar una empresa que te hace daño no es traicionar, es sobrevivir. Ser leal no significa permitir el abuso, significa tener coherencia contigo misma.

Conclusión sobre el síndrome de Estocolmo en el trabajo

Si una empresa te pide tiempo, energía e identidad, pero te devuelve estrés, ansiedad y culpa, eso no es gratitud: es dependencia emocional institucionalizada. Romper ese vínculo no es ingratitud, es amor propio, porque ningún trabajo vale más que tu salud mental, tu descanso o tu dignidad. El trabajo es importante. Pero tú lo eres más.

Especialista: Rodolfo Solís. Psicofisiólogo clínico. Doctor en Neurociencias de la Conducta. Líder del Laboratorio de Neurofisiología Cognitiva y Clínica del Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores.

IG y TikTok: @dr_rsolis / WEB: psiquiatrialrs.com /

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