El 27 de diciembre del 2025 murió Brigitte Bardot, un ícono de estilo, referente en la música y el cine, pero sobre todo un ser humano complejo que nos dio varias revoluciones a la hora de pensar lo que pensamos.
Siempre les decimos que la vida de estas grandes actrices no es solo glamour, portadas de revistas y aplausos en Cannes. A veces, detrás de la mujer que el mundo entero idolatra, hay historias que nos dejan el corazón apretado y que nos obligan a reflexionar sobre las expectativas que la sociedad pone sobre nosotras.
Hoy les vamos a platicar de un capítulo muy oscuro y controversial en la vida de Brigitte Bardot: la relación con su único hijo, Nicolas-Jacques Charrier. Prepárense, porque las declaraciones de BB son de esas que te dejan helada, pero que abren un debate necesario sobre la maternidad deseada.
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«Hubiera preferido parir un cachorro»
Brigitte siempre fue una mujer de una honestidad brutal, a veces hasta el punto de la crueldad. En sus memorias, publicadas hace años, soltó una frase que sacudió los cimientos de la imagen de «madre abnegada» que el mundo esperaba de ella: confesó que durante su embarazo sentía que su hijo era como un «tumor» que se alimentaba de ella.
Incluso llegó a decir, con esa frialdad que la caracteriza cuando habla de sus sentimientos más profundos, que «hubiera preferido parir un cachorro». Para una mujer que ha dedicado su vida entera a la defensa de los animales, esta frase no solo es un desplante a su hijo, sino una declaración de sus prioridades emocionales.
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Un embarazo bajo los reflectores
Imagínense la presión. En 1959, Brigitte estaba casada con el actor Jacques Charrier. El mundo entero estaba pendiente de su vientre. No podía salir a la calle sin ser perseguida por fotógrafos, lo que la llevó a vivir un embarazo casi en cautiverio, encerrada en su departamento para evitar el asedio mediático.
Para BB, el embarazo no fue una «dulce espera». Fue una invasión a su libertad y a su cuerpo, algo que ella atesoraba por encima de todo. Cuando Nicolas nació el 11 de enero de 1960, la desconexión fue inmediata:
- Se negó a amamantarlo porque decía que no era un «animal de granja».
- Las fotos del bautizo y los primeros meses eran, en gran medida, una puesta en escena para la prensa.
- Ella misma admitió que no sentía ese «instinto maternal» del que todo el mundo hablaba.
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El juicio y el distanciamiento
La relación fue tan tensa que, tras el divorcio de sus padres, Nicolas creció con su padre, Jacques Charrier. Brigitte no peleó por la custodia; de hecho, se sintió aliviada de no tener esa responsabilidad. Esto marcó la vida de Nicolas para siempre.
Lo más fuerte vino años después, cuando Brigitte publicó sus memorias tituladas Iniciales B.B.. Al leer lo que su madre escribió sobre él —llamándolo «tumor» y expresando su rechazo—, Nicolas y su padre la demandaron por «atentado a la intimidad». ¡Imagínense el dolor de un hijo al leer eso! Ganaron el juicio, y el distanciamiento se volvió casi total.
¿Podemos juzgarla?
Este es un tema complejo. Por un lado, nos duele Nicolas, un niño que creció sabiendo que su madre no lo deseaba. Pero por otro, la historia de Brigitte pone sobre la mesa una realidad tabú: no todas las mujeres nacieron para ser madres.
En una época donde no había opciones y el destino de toda mujer era la maternidad, Brigitte fue víctima de un sistema que no le permitió decir «no». Su amor, su verdadera capacidad de entrega, estaba reservada para sus perros y su activismo.
Brigitte encontró su propósito en los animales porque ellos, a diferencia de las personas, no le exigían ser algo que ella no podía ser. Hoy, Nicolas vive en Noruega, lejos del ruido de París, tiene su propia familia y sus propias hijas (las nietas que Brigitte casi no conoció). La historia de Nicolás es una historia de sanación a través de la distancia.
Las preguntas que nos deja esta historia son: ¿Es válido que una mujer admita que no tiene instinto maternal o creen que hay cosas que una madre nunca debería decir en voz alta?
