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La OMS dice que bajar de peso debería ser un derecho

Bajar de peso debería ser un derecho y debería ser accesible para todos, esto nos dice la OMS.

diciembre 26, 2025

Durante años, bajar de peso fue tratado como un asunto de voluntad. De disciplina. De “si quisieran, podrían”. Una narrativa cómoda, moralista y profundamente injusta.

La Organización Mundial de la Salud acaba de dinamitar esa idea con una frase que incomoda a muchos y alivia a otros tantos: los tratamientos para bajar de peso deberían ser un derecho. No un lujo, no un capricho estético, no un premio para quien puede pagarlo. Un derecho. Y sí, esto mueve el tablero completo.

La OMS dice que bajar de peso debería ser un derecho

Durante demasiado tiempo, todo lo relacionado con el peso fue empujado al cajón del “cuidado personal opcional”. Como si la obesidad fuera una consecuencia estética de malos hábitos y no una enfermedad crónica, compleja y multifactorial. La OMS pone por escrito lo que la ciencia viene diciendo hace años: la obesidad es una pandemia global y en 2024 estuvo asociada a 3.7 millones de muertes en el mundo.

Eso no es un problema de imagen corporal. Es un problema de salud pública. Cuando la OMS incluye medicamentos como Ozempic, Wegovy o Mounjaro en su lista modelo de medicamentos esenciales, el mensaje es claro: esto no va de tallas, va de supervivencia.

El cambio de narrativa importa (mucho)

Que el organismo de salud más influyente del planeta diga que estos tratamientos deben ser universales y asequibles no es solo una recomendación médica: es una declaración política. Significa que los sistemas de salud deberían dejar de tratar la obesidad como una consecuencia individual y empezar a abordarla como lo que es: una enfermedad que requiere tratamiento a largo plazo, incluso de por vida.

Traducido a la vida real: dejar de decirle a la gente “come menos y muévete más” como única respuesta. Porque si eso funcionara, no estaríamos aquí.

GLP-1: no es magia, es ciencia

Los tratamientos con GLP-1 no son pócimas milagrosas ni atajos tramposos. Funcionan porque actúan sobre mecanismos hormonales reales: regulan el apetito, la saciedad, el metabolismo. Es decir, trabajan donde antes solo se exigía fuerza de voluntad.

La OMS es clara: estos medicamentos no resolverán por sí solos la crisis de obesidad, pero pueden ayudar a millones de personas a reducir riesgos, complicaciones y muertes. No son una solución aislada, son parte de un enfoque integral. Y eso también hay que decirlo.

El elefante en la habitación: el acceso

Hoy, estos tratamientos son populares… y escasos. Carísimos en muchos países. Cubiertos solo por seguros privados. Convertidos en un privilegio. La OMS lo señala sin rodeos: si son efectivos y seguros, no deberían estar reservados para quien puede pagar cientos de dólares al mes.

Porque cuando un tratamiento salva o mejora vidas, el mercado no puede ser el único filtro.

Aquí es donde la conversación se pone incómoda: ¿estamos dispuestos a invertir en tratar la obesidad como tratamos la diabetes, el cáncer o la hipertensión? ¿O seguimos castigando a quienes la padecen con discursos de responsabilidad individual?

Lo que realmente incomoda: dejar de culpar

Este posicionamiento también exige algo culturalmente difícil: dejar de culpar a los cuerpos. Reconocer que la obesidad no es una falla moral, sino una condición médica influida por genética, entorno, economía, estrés, acceso a alimentos y desigualdad.

Cuando la OMS respalda estos tratamientos, también legitima el sufrimiento de millones de personas que llevan años intentando “hacerlo bien” sin resultados sostenibles. Y eso incomoda porque desmonta la idea de que todo se resuelve con autocontrol.

¿Qué cambia a partir de ahora?

En teoría, mucho. La lista de medicamentos esenciales sirve como guía para que los países diseñen políticas públicas, negocien precios, mejoren acceso y actualicen sus sistemas de salud. No es automático, pero es un respaldo enorme.

En la práctica, el camino será largo. Habrá resistencias, debates éticos, discusiones presupuestales. Pero el mensaje ya está ahí: tratar la obesidad no es opcional.

Y quizá lo más importante

Este no es un permiso para odiar menos o amar más los cuerpos. Es algo más concreto y más urgente: es el derecho a recibir tratamiento. A no enfermar ni morir por una condición que sí tiene abordaje médico.

La OMS no está diciendo que todos deban bajar de peso. Está diciendo que quienes lo necesitan para vivir mejor y más tiempo deberían poder hacerlo sin arruinarse en el intento.

Y en un mundo donde la salud sigue dependiendo tanto del código postal como del saldo bancario, esa postura no es solo médica. Es profundamente política. Quizá no estemos listos para asimilar todo lo que implica. Pero una cosa es clara: cuando la OMS habla de derechos, ya no hay vuelta atrás.

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