
Según la Asociación Latinoamericana para el Estudio del Hígado (ALEH), hasta un tercio de la población de todo el mundo tiene hígado graso no alcohólico y, en el caso de México, la prevalencia podría ser del 50%, al ser uno de los países con una población reúne varios factores de riesgo para desarrollar esa enfermedad.
La cirrosis hepática por hígado graso no alcohólico es la segunda causa de enfermedad hepática en nuestro México y la primera en Estados Unidos.
Es el órgano de mayor tamaño dentro del cuerpo, recibe aproximadamente 1,5 litros de sangre por minuto.
Es el único órgano que recibe sangre de dos fuentes: la arteria hepática, que aporta la sangre procedente del corazón, y la vena porta, que aporta la sangre procedente de los intestinos y suele pesar de 1 kg a 1,5 Kg y medir unos 15 cm de ancho.
Es una de las vísceras más importantes por sus funciones:
Es cuando hay una gran cantidad de grasa acumulada en el hígado porque los lípidos entran en las células hepáticas llamadas hepatocitos.
Su presencia, inflama al hígado y daña sus células. El problema es que el hígado intenta desinflamarse pero con el tiempo después de estar intentando repararse, termina con cicatrices (fibrosis) que dificultan su funcionamiento.
Aunque es normal tener una pequeña cantidad de grasa en estas células, se considera que es graso cuando está conformado por más de 5% de grasa. Una persona que no es obesa pero que es sedentaria, también puede tener hígado graso.
Una dieta alta en azúcares, carbohidratos y grasas hace que todas estas sustancias se transformen en lípidos que se van acumulando en el hígado. Las personas que hacen ejercicio en forma constante, movilizan esa grasa e impide que se siga depositando en este órgano.
Existen varios signos y síntomas de hígado graso, aunque puede que no todos estén presentes, pero algunos son:
La cirrosis es la etapa más GRAVE de la enfermedad hepática. A medida que la cirrosis avanza, se forman cada vez más tejidos de cicatrización, y hacen que el hígado funcione con dificultad. La cirrosis avanzada es potencialmente mortal.
Por lo general, el daño al hígado causado por la cirrosis no puede revertirse. Pero si la cirrosis hepática se diagnostica de manera temprana y se trata la causa, se puede limitar el avance del daño y, raramente, revertirse.
A medida que avanza la cirrosis, los síntomas pueden incluir:
Eliminar el sobrepeso. Realizar ejercicio diario: caminar, al menos, media hora cada día.
Llevar una dieta rica en grasa beneficiosa: aceite de oliva, maíz o de soja, frutos secos, pescados como el atún, sardina, trucha o salmón; así como en antioxidantes: frutas y verduras. Y evitar la grasa peligrosa: mantequilla, embutidos, carne de cerdo, cordero, leche entera, queso curado.
Moderar la ingesta de alcohol, de manera que el máximo aconsejado es, un vaso de vino o una caña de cerveza al día para los hombres y la mitad para las mujeres. Mantener controlado el nivel de azúcar, de colesterol o de ácido úrico así como las cifras de tensión arterial.
Fuente: Aldo Torre Delgadillo Gastroenterólogo / Hepatólogo. Investigador invitado en la Unidad Metabólica del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición “Salvador Zubirán”.
detoal@yahoo.com
T. 55-56-15-03-22