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Influencers «Machos Alfa»: El riesgo de las redes sociales

Seguro han visto en TikTok a estos Influencers macho alfa, que hablas sobre cómo deben de ser los hombres, pero ¿cuál es el riesgo?

agosto 26, 2025

Las redes sociales se han plagado de Influencers «Machos Alfa», esos que quieren que el mundo vuelva atrás y aquí vamos a ver el riesgo de que los hijos los vean.

No necesitamos ser genios para notar que algo anda mal en las redes. Basta abrir TikTok o YouTube un par de minutos para tropezarnos con un tipo con gafas oscuras, voz grave y una seguridad digna de predicador, vendiendo una fórmula mágica para “ser un hombre de verdad”, nos referimos a los Influencers «Machos Alfa».

Disciplina, dinero, control, sumisión femenina. Y sí, parece un chiste, pero dos tercios de los chicos jóvenes consumen a diario este tipo de contenido. Dos tercios. Es decir, no hablamos de una esquina oscura de Internet, sino de un carril principal, el cual es aprovechado por estos influencers «Machos Alfa», para esparcir sus «enseñanzas».

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¿Qué hay de malo en los «Machos Alfa»?

Estos Influencers viven dentro de lo que llaman “la manosfera” (la mezcla entre man o sea hombre y esfera), ese ecosistema digital que gira alrededor de la idea de la masculinidad tradicional, solo que recargada con rabia y algoritmos. Y aquí es donde deberíamos hacer una pausa: porque mientras nos reímos de los mensajes, que luego se filtran de alguna celebridad que se hacen llamar un “macho alfa”, esos que nunca cocinan, tienen varias novias y se perciben exitosos.

El problema viene cuando esos mensajes son recibidos por mentes jóvenes que no han tenido la oportunidad de conocer más mundo o estar en una relación sana de pareja y toman como cierto estos mensajes que son bastante retrógrados como ciertos.

Y estas ideas no hacen más que alimentar y reforzar estereotipos dañinos en donde los sentimientos, la amabilidad y el respeto a las personas, brillan por su ausencia. Por eso debemos de estar al pendiente qué ven los hijos y qué mensajes están recibiendo.

Pero, ¿por qué atraen este tipo de influencers?

Podemos pensar que lo que seduce es el machismo descarado. Pero no. Lo que engancha es la certeza. Ellos ofrecen un manual de instrucciones en un mundo que ya no tiene tantos. Donde nosotras crecimos con la promesa de “tú puedes ser lo que quieras”, muchos chicos están creciendo con preguntas que nadie responde: ¿qué significa ser hombre ahora que las mujeres ocupamos espacios que antes estaban cerrados? ¿Cómo lidió con la presión de ser exitoso, fuerte, proveedor, mientras todo se tambaleaba?

La manosfera se mete justo ahí: en la incertidumbre. Y lo hace con fórmulas fáciles, frases contundentes y la promesa de pertenecer a un club donde no hay dudas, solo certezas. Un club con un lenguaje compartido, memes internos y la sensación de que, por fin, alguien los ve.

Hace unos años, escuchar a un influencer decir que las mujeres “deben ser controladas” podía sonar como un desvarío marginal. Hoy no solo no sorprende, sino que se repite en chats escolares, en bromas de secundaria, en comentarios de clase. Los maestros lo saben: hay un repunte de acoso, chistes misóginos y actitudes que parecían superadas.

Y lo peligroso es eso: la normalización. No se trata de que cada chico que ve estos videos vaya a convertirse en un agresor, pero sí de que el ambiente cultural se vuelva permisivo. Como si esas frases fueran “solo bromas”, cuando en realidad son semillas. Sabemos cómo funcionan esas semillas: empiezan en el chiste, luego en el insulto, y terminan justificando lo injustificable.

El algoritmo no es inocente

Tampoco se trata de voluntad individual nada más. Las plataformas saben perfectamente qué detona la atención. Y nada engancha más que la rabia. Así, un adolescente que empieza viendo videos de fitness termina, en cuestión de clics, recibiendo discursos sobre el “declive de los hombres” y “cómo recuperar el control sobre las mujeres”. No es azar: es diseño.

Por eso la clave no es solo decir “no los veas”, porque prohibir nunca funcionó. Lo que necesitamos es alfabetización digital: enseñar a los chicos a preguntarse “¿quién se beneficia de que yo crea esto?”, “¿qué me quieren vender?”, “qué pierdo si compro esta narrativa”. Porque al final, sí: siempre hay algo a la venta, a veces es un curso de masculinidad alfa, a veces suplementos, a veces solo más tiempo de pantalla para que fluya la publicidad.

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El doble estándar digital de los Influencers

Y ojo: no son solo ellos. Mientras a los chicos les ofrecen supremacía masculina, a las chicas les siguen vendiendo la autodestrucción disfrazada de estética: dietas extremas, autoayuda tóxica, consejos para “conseguir el amor”. El patrón es el mismo: algoritmos que detectan vulnerabilidades y las convierten en negocio.

La diferencia es que a los hombres se les invita a proyectar la frustración hacia afuera (domina, controla, exige) y a las mujeres hacia adentro (adelgaza, cállate, complácelo). Ambos lados son igual de dañinos. Y ambos requieren lo mismo: conversaciones abiertas, sin culpa, sin miedo.

¿Y qué hacemos los adultos?

La tentación es responder con pánico o censura, pero la historia nos demuestra que eso solo da más poder al prohibido. Lo que sirve es lo incómodo: hablar. Preguntar qué ven, qué les gusta, en qué están de acuerdo, en qué no. No desde la superioridad, sino desde la curiosidad.

El reto es acompañar sin ridiculizar, cuestionar sin hacerlos sentir atacados. Si un chico dice que “ese influencer tiene razón”, podemos devolver la pregunta: “¿Crees que también aplica para tu hermana? ¿para tu mamá?”. A veces, aterrizar las frases abstractas en personas concretas abre grietas en ese muro de certezas.

Y claro, la responsabilidad no es solo de los padres. Escuelas, medios, plataformas… todos tenemos algo que hacer. Pero mientras las grandes estructuras se mueven lento, la primera trinchera está en casa, en la sobremesa, en la confianza de que pueden contarnos lo que están viendo sin miedo a que les quitemos el celular.

No es pasajero, cuidado con estos Influencers «Machos Alfa»

Los influencers masculinos no son una moda pasajera: son la versión 2.0 de un machismo que se adaptó a los tiempos digitales. Lo preocupante no es que existan, sino que están moldeando a una generación entera a golpe de algoritmo y frases de tres segundos.

La salida no es el miedo ni la censura. Es el acompañamiento, la crítica, el recordatorio constante de que la masculinidad no tiene que ser una cárcel ni una competencia absurda. Que se puede ser hombre sin necesidad de dominar, y que se puede ser fuerte sin aplastar a nadie.

Al final, de eso se trata: de rescatar a los chicos del ruido, devolverles la complejidad que la manosfera les quita y recordarles que lo verdaderamente valiente no es repetir certezas, sino atreverse a dudar.

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