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Educar a los papás: el nuevo problema de los millennials

¿Se vale educar a los padres? La respuesta corta es no ... Pero hay algunas cosas que podemos hacer para tener una mejor relación con ellos.

diciembre 26, 2025

Educar a los papás no es su trabajo ni su misión secreta. En realidad solo necesitan saber esto…

Vamos a ser honestas entre nosotros, que ya somos gente grande y con suficiente bagaje emocional para decirlo directito a la yugular: si todavía están tratando de que sus papás cambien, están gestionando su propia decepción. Lo sabemos, lo hemos vivido, lo hemos intentado y sí, hemos fracasado.

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Educar a los papás: el nuevo problema de los millennials

Porque aquí va la verdad incómoda que nadie nos enseñó en terapia (o que sí nos enseñaron, pero elegimos ignorar en nombre del optimismo intergeneracional): la mayoría de los papás no se vuelven súbitamente conscientes a los 70.

No empiezan terapia porque sí. No reescriben traumas porque ahora “ya lo entienden todo”. No dejan conductas aprendidas en 1984 solo porque ustedes se aventaron un libro de límites y ahora están iluminados.

No funciona así. El guion familiar no se reescribe por decreto, y menos por insistencia. Pero aquí viene lo liberador: ustedes sí pueden cambiar cómo se presentan en la relación. Y aunque suene injusto, es lo único que realmente transforma la dinámica.

La ilusión del “voy a despertarles las ganas de trabajarse internamente”

Todos pasamos por esa fase. La fase en la que creemos que nuestros papás están a un podcast de distancia de volverse emocionalmente disponibles. La fase en la que pensamos que si les explicamos las cosas con suficiente paciencia, pedagogía y memes, van a decir: “Ah, claro, hija, ahora entiendo por qué te dije aquello en 1999, mis disculpas, estoy trabajando en mí.”

Esa fantasía es deliciosa. También es tan real como el gimnasio que íbamos a empezar en enero. Ellos crecieron en otro sistema. Nosotros estamos corriendo iOS 17 y ellos siguen funcionando perfecto en Windows 95. Y sepan algo: Windows 95 no va a actualizarse solo.

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La edad no trae introspección incluida

Cumplir 60, 70 o 80 años no trae paquete emocional desbloqueado. No incluye reflexión automática ni bonus de autoconsciencia. No hay actualización de firmware que, de repente, vuelva a alguien profundamente empático.

Hay papás que sí crecen, sí se revisan, sí se abren. Pero son la excepción, no la regla. Y no es maldad: es hábito, es contexto, es supervivencia. Es cómo aprendieron a vivir.

Pretender que van a cambiar “porque ya es tiempo” es como esperar que la Noche Buena del año pasado a la que regamos una vez cada que nos acordamos de su existencia vuelva a ponerse rojita este. ¿Posible? Sí.¿Probable? Absolutamente no.

La trampa: querer que sanen para que ustedes sanen

Aquí está la parte que nos pega donde duele: muchas veces no queremos que ellos cambien por ellos. Queremos que cambien por nosotros. Queremos que nos digan lo que nunca dijeron. Queremos que deshagan lo que hicieron sin saber. Queremos que validen lo que éramos cuando ni sabíamos nombrarlo.

Pero si ligamos nuestra paz a una disculpa que nunca llega, pues… Houston, tenemos un problema. Sanar no debería depender de que ellos entiendan nuestra versión de la historia. Sanar empieza cuando dejamos de pedir que la entiendan. Y eso sí depende solo de ustedes.

La buena noticia es justo esa: ustedes pueden cambiar cómo se muestran en la relación. Y eso sí cambia cosas. No a ellos. A la dinámica. Cuando dejamos de corregir, la relación deja de ser combate. Cuando dejamos de convencer, aparece la calma.

Cuando dejamos de educar, damos espacio para vincular. No se trata de rendirse. Se trata de aceptar que su evolución no ocurre por presión externa. Y que la suya sí.

Ejemplos:

  • Explicarles cómo funcionan las fake news. Spoiler: seguirán reenviando cadenas.
  • Decirles por tercera vez que no necesitan escribir el código para desbloquear el celular en un post it pegado en el celular Spoiler: Lo van a seguir pegando.
  • Pedirles que no pregunten “¿y el novio?” en la cena familiar. Spoiler:  Lo van a preguntar.

No son malas intenciones. Son guiones de otros tiempos.

Renunciar al proyecto de remodelación parental

Dejar de educar a sus padres no es abandono. Es respeto. Es aceptar que ellos son como son… y nosotros también. Es dejar de tratarlos como un proyecto de mejora continua y empezar a verlos como seres humanos complejos, imperfectos y fascinantes que hicieron lo mejor que pudieron con lo que tenían, y más veces de las que nos gustaría aceptarlo, lo que tenían no era suficiente para lo que necesitábamos.

Y está bien. Porque ahora nosotros sí tenemos herramientas. Y límites. Y lenguaje emocional. Y terapia. Y conciencia. Y opciones. Así que sí: dejen de intentar educar a sus padres No es su misión, no es su deuda y no les toca.

Su camino es aprender a relacionarse con ellos desde la adultez, desde la autonomía, desde la paz. No desde la pedagogía eterna.

El día que renuncian a cambiar a sus papás, algo mágico pasa: empiezan a cambiar ustedes. Y ahí, solo ahí,  la relación empieza a respirar. Porque no necesitamos papás perfectos. Necesitamos relaciones posibles.

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