Vamos a hablar de los platos sucios, ese pequeño recordatorio cotidiano de que la vida adulta no trae instrucciones de uso.
Porque sí: los platos tienen significado emocional, aunque nadie hable de eso Y antes de que empiecen con el “ay, no exageren, solo son trastes”, vamos a decir lo que todos sabemos pero fingimos no ver: la cocina es el escenario donde se exhiben nuestras grietas más íntimas.
Ese fregadero desbordado está diciendo mucho más que “hoy no hubo energía”. Está diciendo: “estoy viviendo en automático y no sé qué hacer.” Porque, aunque suene filosófico para un tema tan doméstico y práctico, cada acto consciente deja huella en nuestra manera de estar. Y sí, eso incluye lavar un plato.
Los platos sucios como estado del alma
Dejarlos ahí, apilados como si estuvieran armando una instalación artística, no es solo descuido. A veces significan cansancio. A veces saturación. A veces rebeldía. A veces “mañana veo todo”. Y a veces significan que estamos sosteniendo demasiadas cosas invisibles como para sostener también una esponja.
La mentira favorita: “mañana los lavo”
Aquí, entre nos: ese “mañana” nunca es mañana. Ese mañana es un concepto filosófico, una versión aspiracional de nosotros que vive en un calendario que no existe.
Los platos sucios son testigos de promesas suaves que nos hacemos y no cumplimos, y aunque parezca mínimo, nuestro cerebro toma nota: otro pendiente que dejamos para después.
Y después se vuelve hábito. Y el hábito se vuelve ruido mental. Y el ruido mental se traduce en cansancio que no entendemos. De repente, no es el plato. Es tooodo lo que representa.
El ritual que nos tenemos que enseñar
Aquí viene lo bonito, casi poético, de este meollo: Ver el acto de lavar los platos como ritual de cierre del día con conciencia.
No estamos hablando de convertirnos en monjes zen del estropajo ni de romantizar el detergente. Estamos hablando de tratar un acto mínimo como un cierre mental: un “hasta aquí llegamos hoy”, un “lo que pasó, pasó”, un “mañana empiezo desde cero”.
Y es que es bien simple, la vida, casi nunca, la vamos a poder ordenar perfectamente. Pero, el fregadero sí. Y así, cuando despierten y vean la cocina en orden, algo dentro de ustedes va a empezar a despertar distinto. Despertar sin el caos de ayer, qué delicia.
Rituales, mantras y esponjas:
- Después de un día donde respondieron más mensajes de los que querían, lavar un plato puede sentirse como la primera cosa que controlan.
- Después de una discusión familiar por WhatsApp donde todos mandan audios de tres minutos, dejar la cocina limpia, limpia la mente.
- Después de haber trabajado desde la cama, desde el sillón, desde el piso… lavar algo es recordar que ustedes existen fuera de la pantalla.
- Después del tercer delivery de la semana, lavar su propio plato les recuerda que siguen habitando un cuerpo.
No es productividad. No es limpieza extrema. Es presencia.
“No tengo energía”: la frase más común del planeta
Sí, sí. A veces lavar un plato parece escalar el Everest. Pero NO LO ES. Y está bien no poder. Pero cuando pueden, cuando les queda una migaja de energía, lavar solo uno ya es un inicio. Un microgesto. Un recordatorio físico de que ustedes todavía pueden hacer algo por ustedes mismos. Y eso no es tarea sencilla.
Porque la conciencia no siempre llega en la cima del Everest. Llega lavando platos. Si su cuarto habla de descanso, y su clóset habla de identidad, su fregadero habla de su relación con el presente. Lavar los platos dice mucho. Dice “aquí estoy” “esto sí puedo ordenarlo” “esto sí lo controlo”
Y eso, aunque se escuche simple, es monumental. Cuando cierran el día con conciencia, despiertan en orden. Y cuando despiertan en orden, el mundo también amanece distinto. No porque el mundo haya cambiado, sino porque ustedes llegaron más presentes a habitarlo.
Los platos son un símbolo ridículamente cotidiano de algo profundamente humano: la posibilidad de empezar de nuevo cada día sin acumular el peso del anterior. Así que no, no se trata de convertir su cocina en portada de revista. Se trata de recordarse, cada día, que ustedes pueden construir su calma un plato a la vez.
Y en la mañana, cuando entren a la cocina y todo esté en su lugar, entenderán lo que queremos decir: orden afuera, claridad adentro. ¿Ya lavaron los platos hoy?