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¿Por qué queremos cosas que nos hacen mal?

¿Por qué nos gusta lo que nos gusta? Aquí te contamos cómo funciona el cerebro y la relación entre querer y gustar.

mayo 15, 2025

Pablo León, nuestro Neuropsiquiatra de cabecera, nos va a explicar de una vez por todas, por qué nos encantan las cosas que nos hacen daño, desde personas, comida, tomar de más y hasta dormirnos tarde. 

«Tener ganas» (wanting) y «que te guste» algo (liking) dependen de partes distintas del cerebro, y estas partes pueden dejar de trabajar juntas. La dopamina manda una señal que nos dice qué cosas nos darán gusto, y eso nos motiva a querer esas cosas.

Si esta señal de «tener ganas» (want) que da la dopamina se vuelve demasiado fuerte, puede llevarnos a querer cosas en exceso. En la adicción, las ganas intensas de consumir algo siguen ahí aunque ya no nos guste tanto como antes.

¿Por qué queremos cosas que nos hacen mal?

Algunas cosas que deseamos son fáciles de conseguir. Podemos darnos el gusto y sentirnos bien al momento. Cosas como una comida rica, un baño caliente o una canción que nos encanta son fáciles de entender: nos hacen sentir bien y por eso las buscamos cuando necesitamos sentirnos mejor.

Otras cosas que deseamos nunca nos llenan. Aunque las consigamos, solo sentimos un alivio rápido de una necesidad que siempre vuelve. Parece que nunca estamos satisfechos. Así pasa con las adicciones y las cosas que sentimos que tenemos que hacer, o muchas otras costumbres y comportamientos que pueden arruinar nuestra vida. En los peores casos, esto puede hacer que queramos desesperadamente algo que nos hace mucho daño.

La adicción, cuando es muy grave, es como tener el síndrome de Estocolmo. Eres como un rehén que siente un cariño sin razón por quien lo tiene prisionero. Pueden maltratarte, torturarte e incluso amenazarte con matarte, y tú seguirás sintiendo una lealtad extraña e inquietante.

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¿Por qué nuestro cerebro tiene esta debilidad que nos hace querer cosas malas para nosotros, cosas que ni siquiera nos gustan?

Bueno, resulta que, en lo más básico, «tener ganas» (wanting) y «que te guste» (liking) son dos trabajos diferentes del cerebro.

Lo que nos Llama la Atención de las Cosas que Queremos

El impulso de buscar las cosas que queremos es algo que se llama «saliencia de incentivo». Esto nos dice qué tanto deseamos las recompensas y cuánta atención les prestamos.

Por ejemplo: Si entráramos a un cuarto desordenado con basura tirada, pero también algunas monedas de oro, las notaríamos enseguida y querríamos recogerlas. Si entráramos a un cuarto lleno de gente, y ahí estuviera la persona que nos gusta, la notaremos enseguida y querríamos acercarnos a ella.

La parte del cerebro que nos da recompensas controla este proceso. Esta parte tiene un grupo de células en el centro del cerebro que sueltan una sustancia llamada dopamina como señal de recompensa a muchas otras áreas del cerebro, sobre todo al sistema límbico y a la parte de adelante del cerebro.

Mucha gente piensa que la dopamina es una sustancia que nos hace «sentir bien”, pero en realidad no es así. La dopamina es más bien una señal que nos dice si vamos a obtener una recompensa; específicamente, nos avisa cuando nuestra predicción de recompensa no fue correcta.

La dopamina nos ayuda a reconocer las recompensas, a aprender qué cosas en nuestro entorno están relacionadas con las recompensas y (lo más importante cuando hablamos de deseo) nos motiva a buscar esas recompensas. La dopamina nos da las «ganas» de hacer algo.

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Lugares del cerebro donde sentimos placer

Si le das a un ratón agua con azúcar, hace una cara que muestra que le gustó mucho. Los humanos hacemos lo mismo. El sabor dulce es algo que nos da placer de forma natural.

Esta respuesta de placer viene de una parte del sistema límbico que se llama núcleo accumbens, y se puede ubicar específicamente en áreas muy pequeñas de esta zona del cerebro, que se conocen como «puntos calientes hedónicos» (hedonic hot spots).

Dentro de estos puntos calientes, la liberación de dos sustancias químicas diferentes (endocannabinoides y endorfinas) controla la sensación de placer. Estos puntos calientes hedónicos parecen ser la unidad básica de lo que nos «gusta» en el cerebro.

Normalmente, las partes del cerebro que nos hacen querer (want) y las que nos hacen sentir gusto (like) trabajan bien juntas. Por ejemplo: Si estuvieras explorando un lugar y encontraras una fruta dulce y rica, sería una sorpresa agradable que se registraría como una recompensa inesperada y haría que se liberara más dopamina. Esa experiencia positiva te haría querer más.

Si encuentras muchas de esas frutas, aprenderás a reconocer el árbol donde crecen y buscarás más para tener más de esa recompensa dulce. Con el tiempo, podrías terminar creando huertos. Sin embargo, aunque querer y gustar están claramente muy conectados en el cerebro, el hecho de que dependan de sustancias químicas diferentes significa que pueden dejar de funcionar en sincronía.

Cuando las ganas se vuelven demasiado fuertes

Cuando hablamos de adicción, muchas drogas actúan directamente sobre estas partes del cerebro que nos hacen querer y sentir gusto, y hacen que no funcionen bien. Una consecuencia es que el impulso de querer algo puede volverse muchísimo más fuerte.

En esta situación, la dopamina que nos da las ganas se vuelve más sensible, al mismo tiempo que la parte del cerebro que nos ayuda a tomar decisiones (la corteza prefrontal) se debilita, y por eso la necesidad de buscar la recompensa adictiva se vuelve incontrolable. Insaciable.

Los puntos calientes hedónicos que antes registraban el gusto pueden incluso empezar a señalar disgusto, pero las ganas de consumir la sustancia siguen ahí, sin importar nada. Este fenómeno de querer sin control se llama «sensibilización por incentivos» y probablemente es una parte importante de cómo se desarrolla una adicción.

Incluso sin llegar a esos extremos, es algo común que nos encontremos queriendo algo que sabemos que no es bueno para nosotros y que ya no disfrutamos.

Así que, si alguna vez te has preguntado por qué no puedes dejar de revisar las redes sociales aunque te hagan sentir enojado y triste, no puedes dejar de volver con una persona que te trata mal o no puedes dejar de servirte otra copa de vino a pesar de la cruda que sabes que tendrás, aquí está la respuesta: la parte de tu cerebro que te da las ganas puede seguir funcionando mucho después de que las partes que te hacían sentir gusto se hayan callado.

Especialistas: Pablo León. Médico cirujano especialista en psiquiatría y neuropsiquiatría. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores y jefe del laboratorio de psiquiatría experimental del Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía.

TW: @psiquiatrialrs / IG: @psiquiatrialrs / WEB: psiquiatrialrs.com / T. 55 1545 4240

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