¿Les agobia que sus amigos se enojen con ustedes?, ¿no le ponen un alto a la tía que de todo opina? o peor ¿dicen que sí a todo lo que pide el fulano? Entonces tienen que leer esto…
Hay palabras que nos incomodan solo de escucharlas y “no” es una de ellas. Suena cortante y final, casi como cerrar una puerta en la cara de alguien, pero no tiene que ser del todo malo, especialmente si necesitamos poner límites en nuestras relaciones.
Cuántas veces hemos rogado poder usar un «no» sin culpa y sin remordimiento. Dos letras con un poder gigante. Esa palabra es capaz de transformar todas nuestras relaciones, incluida la de nosotros con nosotros mismos, ponerle límites.
Aquí es donde entra un libro que, aunque fue publicado hace ya unos años, sigue teniendo la frescura de una verdad incómoda: “Boundaries: When to Say Yes, How to Say No to Take Control of Your Life” de Henry Cloud y John Townsend y les vamos a contar todo sobre él.
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Límites en las relaciones: ¿cuándo decir que sí y cuándo decir que no?
Los autores explican los límites como si fueran líneas de propiedad personal. Básicamente, ¿qué es mío y qué no lo es? No se trata de volverse egoístas ni de vivir en una burbuja, sino de reconocer que hay cosas que nos corresponden como nuestros pensamientos, emociones, energía, tiempo, y otras que no.
Piénsenlo como cuando alguien entra a nuestra casa, no dudamos en marcar hasta dónde puede llegar. No se nos ocurre que un invitado se meta en nuestra cama a dormir sin preguntar. Y, sin embargo, en lo emocional lo permitimos todo el tiempo: gente opinando sobre nuestras decisiones, usando nuestra energía como si fuera gratis y hasta decidiendo por nosotros.
El “no” como forma de cuidado
Uno de las grandes lecciones del libro es que desmitifica la idea de que poner límites es un acto cruel. Más bien, es un acto de cuidado propio y también de honestidad hacia los demás. Pero cuando decimos que sí a todo, rara vez lo hacemos desde un lugar genuino (la verdad). Muchas veces aceptamos con culpa, con fastidio, con ese rencor silencioso que termina acumulándose hasta explotar.
El “no” es incómodo, claro. Nos preocupa que los otros se molesten, que nos llamen egoístas, que piensen que no somos “buenas personas”. Pero la pregunta que Cloud y Townsend ponen sobre la mesa es mucho más directa: ¿de qué sirve ser querido, si lo que están queriendo no es realmente a nosotros, sino a nuestra versión más disponible y complaciente, una versión que solo vive por el otro y nunca se pone primero? Y es ahí donde nos toca pensar a nosotros.
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Los diferentes tipos de límites
Lo interesante es que no hablan solo de decir no a favores incómodos. Desmenuzan los límites en varias áreas:
- Físicos: quién puede acercarse, tocarnos, estar en nuestro espacio.
- Mentales: poder tener nuestras propias ideas sin que alguien más las invalide.
- Emocionales: separar lo que sentimos nosotros de lo que sienten los demás. Que alguien esté triste no significa que debamos arrastrar la misma tristeza como si fuera contagiosa.
- Espirituales: diferenciar lo que creemos, lo que deseamos, de lo que otros esperan que creamos o deseemos.
Son límites que aplican en todas partes: con padres que se meten demasiado, parejas que exigen sin parar, jefes que mandan mensajes a las once de la noche, amigos que convierten cualquier conversación en una queja interminable.
¿Soy mala persona por no estar disponible siempre?
Vivimos en la cultura de la hiperdisponibilidad: contestar rápido, estar presente, escuchar siempre, decir que sí aunque no haya un segundo para poder hacerlo. Y claro, cuando intentamos poner un freno, aparece la culpa.
El libro va directo a esas preguntas que nos hacemos en secreto:
- ¿Puedo poner límites y seguir siendo un buen amigo?
- ¿Qué pasa si alguien se enoja?
- ¿Es egoísmo si prefiero descansar?
Las respuestas no son recetas mágicas, pero sí un recordatorio de algo básico: ser adultos implica hacernos responsables de nuestra vida, no de la de todos los demás. Amar no significa cargar con lo que no nos corresponde.
No es por nada que este libro sigue circulando décadas después de haber sido escrito; el dilema no ha cambiado mucho: seguimos sintiendo culpa al poner límites. Y seguimos rodeados de dinámicas donde se confunde amabilidad con disponibilidad infinita.
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Los límites en la modernidad
Lo moderno aquí no es el problema, sino la forma en que se intensifica. Si antes el jefe podía llamar al teléfono fijo, ahora escribe por WhatsApp a la hora de la cena. Si antes los amigos pedían favores cara a cara, ahora lo hacen en chats grupales donde el “no” parece más difícil de pronunciar. Y si antiguamente las familias opinaban sobre nuestras decisiones en sobremesas, hoy lo hacen en cada comentario de Instagram.
Las decisiones y los límites sanos
“Boundaries: When to Say Yes, How to Say No, to Take Control of Your Life” no es un libro de autoayuda más. Es un recordatorio de que la vida adulta no se trata de aguantar, sino de decidir. De aprender que poner límites no nos hace egoístas, sino responsables. ¿Qué decir que no, no es cerrar puertas, sino abrir espacio para lo que sí queremos en nuestra vida?
Al final, lo que Cloud y Townsend plantean es simple, pero transformador: definir quiénes somos y quiénes no somos. En un mundo donde todos parecen reclamar un pedazo de nuestro tiempo, de nuestra energía y hasta de nuestra mente, poner un límite no es un lujo. Es sobrevivencia.
Así que, la próxima vez que la culpa aparezca en la punta de la lengua, cuando quieran decir “no”, recuerden esto: el límite no es contra la otra persona, es a favor de nosotros.