cómo hacer dieta correctamente

El tipo de grasa corporal que está matando tu corazón

La grasa que está afectando tu salud y a la cual no le estás poniendo atención, con algunos consejos clave para cuidar tu metabolismo.

noviembre 7, 2025

Hay un tipo de grasa que no se ve en el espejo, pero que puede matarnos en silencio. No es la del abdomen visible ni la que se pelea con los jeans, es la grasa que vive dentro, abrazando los órganos como si los quisiera demasiado: el corazón, el hígado, los intestinos. Se llama grasa visceral, y es el enemigo del momento disfrazado de normalidad.

No importa cuánto pesemos, si hacemos yoga o si corremos… por un café: todos tenemos algo de grasa visceral. El problema empieza cuando esa grasa se acumula sin control y convierte al cuerpo en una fábrica de inflamación y riesgo cardíaco.

Y aunque suene exagerado, este tipo de grasa es el motivo por el que las enfermedades del corazón siguen siendo la causa número uno de muerte en el mundo, cobrando casi 18 millones de vidas al año. No es la edad, ni la genética, ni la mala suerte: es el estilo de vida.

 

El corazón no se muere de amor, se muere de azúcar

La historia empieza con un villano que nos cae (muy) bien: el azúcar. Glucosa, para los técnicos. El cuerpo la necesita, sí, pero en pequeñas dosis. Cuando comemos de más, carbohidratos, refrescos, comida ultra procesada, el nivel de glucosa se dispara y el cuerpo responde liberando insulina para bajarla.

Hasta ahí todo bien, el problema es cuando eso pasa todo el tiempo.

Cuando los picos de glucosa son tan frecuentes que la insulina se queda permanentemente alta, el cuerpo entra en modo resistencia: deja de escucharla. Y entonces empieza el ciclo del terror: más azúcar, más insulina, más resistencia, más grasa acumulada. ¿Dónde? Exacto: en el abdomen, alrededor del corazón.

Y lo más irónico: la grasa visceral no solo engorda, inflama. Inunda el cuerpo con señales químicas que confunden al sistema inmunológico, estresan las arterias y terminan dañando el corazón. Es como tener un incendio pequeño encendido todos los días dentro del cuerpo.

La solución que olvidamos: dejar de comer (por ratos)

Lo más fascinante es que el cuerpo ya tiene su propio mecanismo para eliminar esa grasa… pero lo olvidamos. Se llama ayuno. No el extremo de “beber solo agua y llorar en la regadera”, sino el ayuno natural que los humanos hacíamos antes de que el refrigerador se volviera nuestro mejor amigo.

Después de 12 horas sin comer, el cuerpo empieza a buscar energía en sus reservas. ¿Y de dónde la saca primero? De la grasa visceral, sí, el mismo enemigo que el gimnasio tarda meses en reducir, el cuerpo lo empieza a quemar solo con tiempo y descanso digestivo.

Pero claro, vivimos en modo picoteo perpetuo. Desayunamos, picamos algo, almorzamos, café con pan, cena, “solo un dulce” antes de dormir. Nunca dejamos de comer. Y al no hacerlo, nunca dejamos que el cuerpo haga lo que mejor sabe: limpiarse.

El ayuno, bien hecho, no es una dieta, es una pausa. Un recordatorio de que el cuerpo tiene memoria biológica, que sabe repararse si lo dejamos respirar.

Lo que también estamos haciendo mal (y no sabíamos)

Nos gusta creer que comer limpio y hacer ejercicio basta, pero resulta que hay otras cosas que sabotean el corazón sin que nos demos cuenta.

Por ejemplo: el exceso de cardio.

Sí, leyeron bien. Correr sin descanso, entrenar hasta el agotamiento o vivir en modo maratón puede estresar el corazón más de lo que lo fortalece. Estudios recientes muestran que quienes hacen ejercicio intenso sin recuperación adecuada pueden tener más riesgo de enfermedad coronaria que quienes combinan sprints cortos con fuerza o resistencia moderada.

Y luego están los enemigos invisibles: el moho, presente en casi el 70% de las casas, el mal sueño, el exceso de suplementos y hasta el arroz blanco. Sí, el arroz. El alimento “seguro” de medio planeta. Hoy contiene trazas de arsénico, ese veneno de los documentales de True Crime. No en dosis letales, pero sí suficientes para sumar estrés oxidativo al cuerpo si lo comemos a diario. Y lo más sorprendente, una sola noche sin dormir bien puede hacernos resistentes a la insulina al día siguiente. O sea, el cuerpo entra en modo “guarden grasa”, aunque hayamos comido bien, dormir mal un día ya activa el caos metabólico.

El verdadero lujo: tener un metabolismo que descansa

A veces creemos que cuidarnos es acumular rutinas, suplementos, apps, clases y horarios. Pero el secreto puede ser lo contrario: hacer menos:

  • Comer menos veces
  • Entrenar con propósito
  • Dormir de verdad
  • Apagar el estrés.

El cuerpo no necesita “más”, necesita espacio.

Lo que está matando al corazón no es la grasa en sí, sino el exceso de estímulos que lo obligan a trabajar sin parar Azúcar, pantallas, trabajo, ruido, ansiedad, comida 24/7. El corazón no se rompe, se agota.

Y si el ayuno nos enseña algo, es que descansar también es una forma de curar.

 

El enemigo no es la grasa

La grasa visceral no aparece por descuido, sino por desconexión. Por no escuchar al cuerpo cuando dice ya basta. Vivimos en una cultura que celebra el exceso: más productividad, más movimiento, más contenido, más café.

El verdadero desafío no es adelgazar, es volver a conectar con lo que el cuerpo necesita.

Porque la grasa que mata al corazón no es solo física, también es emocional, mental, existencial. Es la que se acumula cuando nunca paramos.

Y tal vez, solo tal vez, la solución esté en algo tan simple como darle tiempo al cuerpo.

únete a nuestra comunidad

noviembre 7, 2025