Recibimos más de 300 calaveritas este año y solo 3 se llevaron unas alegrías.
Las 3 mejores…
Mano Guerra
Martha tenía días que se veía muy delgada y por si no lo sabías andaba muy asustada. Ya de día, ya de noche una parka que era fan la correteaba en su coche como gorda en tobogán
Más al verla conducir por ahí por río lerma la parka alcanzó a decir ¡hija, estás enferma! Al verla, la calaca se puso muy celosa estaba igual de flaca pero Martha esplendorosa.
¡Detente Martha Emelina! Así le dijo la muerte no te creas tan divina. Aquí se acaba tu suerte. Siempre vas con tu glamour y vestida de satín, exhibiendo sin albur tus latas con calcetín.
Caminando tan sensual, rodeada de alta costura. Ahora envuelta en costal irás a tu sepultura.
¡Ideeentico dá que me calles! Martha enfrentó a la parka. El diablo está en los detalles y en mis zapatos de marca. Y en un arranque infernal, la muerte la jaló horrendo.
Dijo vamos de mal en mal, pero al merito averno, en tumba de swarovski tallado. Spider llora angustiado ¡Martha mi doña Inés! Te traigo una caja de cerillos para enterrar tus huesillos, de un metro cincuenta y tres.
Quetzalcoatl Romero Austria
En la cabina sonó un «clic» sutil. llegó la Huesuda con aire juvenil. “Vengo por ti, Martha, ¡tu hora ha venido!” Pero Martha sonrió, con porte y buen vestido.
“Si vas a llevarme,” dijo con gran soltura, “primero un retoque y un poco de cultura.” Sacó su maquillaje: base, gloss y rubor “¡Un toque divino y te verás mejor!”
La flaca dudó, se miró fascinada “¡Qué look tan radiante, quedé encantada!” “Y usa mi shampoo,” le dijo con dulzura, “que hasta en el panteón se luce la hermosura.”
De la radio pasaron a su departamento donde el orden era un sacro mandamiento. Velas, cojines, vajilla alineada, ni una mota de polvo, ni una flor mal colocada.
“¡Tus gafas, tus platos, qué altar tan decente! ¿Y esos calcetines? ¿Son para guardar latas mal alineadas?» “Claro,” dijo Martha,con risa encantada, “ni en el inframundo verás una lata desordenada.”
Mis cuentahabientes saben, y no es secreto, que el orden y el estilo son mi amuleto.”
La flaca asentía, feliz y risueña, bebiendo su lata cual diva sureña. Y entre risas, labial y un aroma bendito, la Parca posó para una fotito exclamando: “¡Esto sí es morir bonito!”
La muerte guardó su guadaña para el camino ¡Contigo, Martha, hasta el panteón huele divino!” Y cerró la transmisión con voz de locutora: “Queridos cuentahabientes, la vida enamora.
Hoy no me la llevo, que siga el programa otro ratito, ¡Y así Martha enseñó a la Muerte a vivir bonito!”
Yesica Ramos Garrison
Con su esqueleto rumbero
feliz llegó a la ciudad,
se escapó del cementerio
en busca de libertad.
No aguantaba los calores,
los bochornos, la ansiedad,
que le causó el climaterio
que nos llega en cierta edad.
Se acomodaba el peinado,
el vestido, el maquillaje,
arrastraba dos maletas,
el bolso y hasta el perico
que había traído en el viaje.
Le dolía la cabeza,
le zumbaban los oídos,
le rechinaban los huesos,
ya tenía la certeza
que necesitaba calcio,
omega 3 y magnesio.
Presurosa la huesuda
fue corriendo a la farmacia,
le faltaba la energía
y temía una desgracia.
Suplicaba por ayuda…
¡y le aplicaron eutanasia!
De vuelta se fue al panteón
sin hacer ruido ni pausa,
ya se le acabó el dolor,
los bochornos, la tensión
que causa la menopausia.
Se llevó a todas aquellas
que ya sufren de sofocos,
que no tienen energía
ni vitalidad tampoco.
Les dijo: “¡Vamos de rumba!”
y se las llevó al panteón,
las metió a una fría tumba
donde estaba la reunión.
Donde las reglas no existen
ni tampoco la cordura…
¡Mendiga flaca malvada,
desgraciada caradura!
Arreglen bien sus zapatos,
el peinado, el vestido,
que el mundo nunca se entere
que ya no tenemos libido.
Bailaremos reguetón
y un huapango zapateado,
banda y el pávido návido,
cumbias y un buen rock and roll.
Y no olviden su abanico,
por aquello del calor,
luego nadie las aguanta
con su pinche mal humor.
Controlen sus emociones,
que la fábrica cerró,
y en parque de diversiones
todo ya se transformó.
Mención honorífica
Juan Guerra Gallegos
De Rebeca es el velorio, y en honor a su persona armaron un chico jolgorio.
Se apareció la pelona, y lo curioso de este caso, es que nadie le lloraba. Todos a un mismo paso, bailando la sepultaban.
¿Qué está pasando aquí? Dijo la Parka. Sonriente la traen como daiquirí revuelto con aguardiente.
Hay parkita de mi alma, ¡qué sorpresa tan funesta! Dijo Martita con calma. Continuemos con la fiesta ¡porfa no se la lleve! Todos pidieron clementes ¡que no ve que la rebe anima a los cuentahabientes!
Pero la parka abismal se las quitó de inmediato. La acomodó en un costal de talla setenta y cuatro, llevándola por mandato hasta el asilo infernal.
Paulina Sánchez Vázquez
El día en que la Parca vino por Martha ella huyó amilanada, nada tiene de santa. Se inventó un evento, lo llamó Master Moi, y entre muchos expertos se escondió muy casual.
Se enteró la Pelona, fue molesta al lugar, y acabó meditando, para aprender a soltar.
Grunwald quiso animarla a cambiar su emoción para dar a su experiencia una mejor impresión. “¿¡De qué hablas, muchacho?!” Impetó la Malquerida. “De negocios, Catrina, si a Martha quieres sin vida.”
“¡¿Quién habló?!” Irritada, preguntó así La Hora. “Un experto en imagen,” dijo Álvaro Gordoa. Fastidiada La Cierta, recorrió el auditorio Pablo León la vio ansiosa y la invitó al consultorio. Óscar Soto le dijo que los astros no mienten y el deceso de Martha no era aún evidente.
Rebeca admitió que la muerte incomoda, pero peor se arrepiente quien no hace ni logra. Yo quisiera estudiar la microbiota de La Veleidosa ¡Qué tilica es la Flaca!” expresó Bea Boullosa. Mientras Martha escapaba de la Patas de Hilo, la Cuatacha aprendía a invertir con Borghino.
Mario Guerra intentó que dejara a Debayle: “No seas tóxica, Impía, no te la lleves al baile.” Así fue todo el día entre huir y seguir La Patrona sentía que era un sinvivir.
Finalmente Noelia tornó en bien todo el mal y dijo a Martha: “no temas, la muerte no es el final.”