Los menores de 40 no se pueden concentrar

Vivimos en una era diferente a nuestros mayores, ahora existen nuevos factores que afectan nuestra concentración, abordaremos los principales motivos.

diciembre 15, 2025

Si han notado si sus hijos o hijas ya no tienen el mismo poder de concentración que ustedes es verdad y aquí les vamos a contar la razón.

A estas alturas ya podemos admitirlo sin culpa: nos cuesta concentrarnos, mucho. Más que a nuestros padres, más que a nuestros abuelos, más que a cualquier persona que haya vivido antes de la época en la que uno puede pagar impuestos, mandar memes y confirmar terapia semanal… todo mientras ve videos de recetas en vertical.

Y ahora tenemos datos para sostener este hecho incuestionable: un nuevo análisis basado en 4.5 millones de encuestas en EE.UU. encontró que los adultos jóvenes (sí, nosotros, el siempre cansado rango de 18 a 39) reportaron el doble de problemas para concentrarse, recordar o tomar decisiones entre 2013 y 2023.

Doble. En diez años. Ni la inflación sube tan rápido.

Y aunque el estudio no señala un único culpable, sí nos deja un mural de sospechosos: factores socioeconómicos, menor nivel educativo, estrés laboral, secuelas del COVID-19 y esa tecnología digital que nos prometió libertad pero nos dejó atrapados en un loop de notificaciones, multitasking y millones de pestañas abiertas de donde sale música pero no sabemos exactamente de cuál. Vayamos por partes.

La concentración como especie en peligro de extinción

Nuestros cerebros, pobrecitos, llevan años intentando funcionar en condiciones que ningún animal, ni humano ni ardilla, debería tolerar. De 2013 a 2023 pasamos de vivir con smartphones a vivir dentro de ellos. Entre alarmas, mensajes de voz, videollamadas con mala conexión y ese “¿tienes un minuto?” que siempre significa cuarenta, nuestro día quedó fragmentado en micro eventos donde ninguna tarea puede respirar.

Y claro, el estudio lo confirma: la gente joven está teniendo más dificultades serias para concentrarse. No “me distraigo tantito”. Serias. De esas que nos obligan a leer el mismo correo tres veces, a olvidar dónde dejamos las llaves (otra vez) y a quedarnos viendo la pantalla en blanco por minutos que parecen horas.

La desigualdad también frena el cerebro

Según el neurólogo Adam de Havenon, uno de los autores del estudio, estos problemas están creciendo sobre todo entre quienes ya cargan con desventajas estructurales. No es solo cansancio: es economía, es educación, es estrés crónico, es un sistema que nos pide rendir como máquinas mientras nos trata como si fuéramos desechables.

Porque sí, es fácil decir “simplemente desconecten”, pero ¿cómo desconectamos cuando el trabajo vive en nuestros bolsillos, los precios suben cada que pestañeamos y la estabilidad económica es una especie de unicornio del que solo escuchamos leyendas?

El COVID no terminó, solo se volvió silencioso

Y ahí está otro gran factor: las secuelas del COVID-19, ese fantasma neurológico que dejó niebla cerebral como souvenir de la pandemia. No necesitábamos más desafíos cognitivos, pero ahí están, haciendo su entrada como si esto fuera un reality show.

Es difícil pedirle concentración a un cerebro que todavía intenta recordar cómo respirar sin calcular contagios, cómo socializar sin guiones y cómo volver a la “normalidad” sin una definición clara de normalidad.

El multitasking no funciona, pero somos necios

Vivimos en una época en la que, irónicamente, creemos que trabajar en cinco cosas a la vez nos hace más productivos. Spoiler: not. El multitasking es el equivalente cognitivo de correr en tacones en un piso mojado: no es que no podamos, es que es peligrosamente mala idea. Y aun así lo hacemos. Porque nuestra oficina es un híbrido de Slack, WhatsApp, Google Docs, la cafetera, el gato que se sube al teclado y el pensamiento recurrente de “¿y si renuncio y abro un café literario con plantitas?”.

La tecnología: villana, heroína y distractora

Nuestros teléfonos, esos pequeños tiranos luminosos, se han vuelto tan indispensables como intrusivos. Son alarma, agenda, álbum, mapa, sedante y proveedor oficial de dopamina instantánea. Y esa dopamina barata, la de las notificaciones y los videos de ocho segundos, está secuestrando la paciencia que antes teníamos para leer textos largos, pensar con calma o recordar qué estábamos diciendo a la mitad de una oración.

Es como si nuestros cerebros hubieran sido reprogramados para vivir en “scroll infinito”: siempre esperando el siguiente estímulo, incapaces de quedarse quietos frente a una sola cosa.

¿Qué hacemos con este desastre colectivo?

Podríamos sentir culpa. Pero no vinimos aquí para eso. Vinimos para entendernos, como generación, como experimento social, como grupo humano eternamente agotado y desconcentrado y para admitir que concentrarse hoy es un acto de rebeldía.

Quizá lo primero es reconocer que no estamos fallando individualmente, estamos navegando una época diseñada para romper nuestro foco. Y no lo decimos para justificarnos (aunque tantito sí), sino para recordar que somos parte de una estructura más grande que influye en nuestra mente.

Podemos intentar pequeñas cositas:

  • Apagar notificaciones
  • Tomar descansos reales sin sentir que estamos traicionando nuestro futuro
  • Crear espacios donde el cerebro no tenga que decidir entre 37 estímulos
  • Permitirnos no ser máquinas cognitivas de precisión

Si no pueden concentrarse, no están solos

Los datos dicen que es un fenómeno generacional, social y biológico. Nosotros decimos que también es un síntoma cultural de vivir en un mundo que se mueve demasiado rápido para lo que nuestros cerebros fueron diseñados.

O sea no es que no funcionemos, es que estamos abrumados. Y mientras esperamos que el mundo se vuelva un poquito más amable con nuestras neuronas, hagamos lo que mejor que podamos: sobrevivir, improvisar, respirar profundo y recordar que esto no es culpa nuestra. Es la época. Somos nosotros intentando pensar en paz en medio del ruido.

Y aun así, aquí seguimos, escribiendo, leyendo, creando, cuestionando. ¿Ven? Aunque nos cueste, todavía pensamos. Aunque el pensamiento llegue con retraso, como mensaje enviado desde un elevador.

No dejen de leer: 

únete a nuestra comunidad

diciembre 15, 2025