¿Será la maldición de Malinche? o ¿por qué nos sentimos menos? Jane Elliott, una científica, explica el complejo latinoamericano.
Nos entrenaron para sentirnos inferiores, pero ya es hora de cambiar la narrativa. ¿Quién nos convenció de que lo elegante es lo europeo, que lo sabroso se pronuncia en francés y que lo civilizado habla en inglés? En serio, ¿cuándo nos creímos ese cuento?
Porque si alguna vez te reíste con nervios cuando alguien dijo “yo no escucho reguetón, solo rock en inglés” o si intentaste esconder tu “acento”, bienvenido: también caíste en el experimento latinoamericano más silencioso de todos.
El experimento de Jane Elliott…
Corría 1968 cuando Jane Elliott, una maestra estadounidense, dividió a sus alumnos según el color de sus ojos para mostrarles lo absurdo del racismo. Los niños de ojos azules eran “superiores”, y los de ojos cafés, “inferiores”. ¿El resultado? Los niños “inferiores” empezaron a equivocarse más, a hablar menos, a sentirse menos… por creer que lo eran.
Y así, nos ha pasado a nosotros, los latinoamericanos. Nos dividieron simbólicamente en “civilizados” y “bárbaros”, y nos dejaron del lado de los que bailan, sudan y gritan demasiado…
No dejen de leer: Vegüenza en los hijos: ¿tóxica y empática?
¿Por qué –los latinos– nos sentimos menos?
De este lado del mundo, aún con 40 grados y palmeras, seguimos construyendo palacios con columnas jónicas y decorando diciembre con nieve falsa y trineos. En la cena de gala, hay langosta con nombre francés, pero ni rastro de una humita, una arepa o un guiso con historia.
¿Moda? ¿Tradición? ¿Aspiración? Ninguna de las anteriores. Es cultura dominante.
Nos vendieron la idea de que lo nuestro es pintoresco pero no profesional. Bonito pero no serio. Tradición pero no futuro. Así funciona la dominación cultural: te hace desear parecerte al que te domina.
Música clásica en el fondo… pero bailamos cumbia en secreto
Nos entrenaron para poner Vivaldi en los elevadores de corporativos rimbombantes, pero bailamos merengue en la cocina. ¿Y qué? El problema no es tener referentes internacionales, sino pensar que solo esos valen.
Como en el experimento de Jane Elliott, el mensaje es sutil pero constante: “tú no puedes”. No puedes ser brillante si no tienes ojos azules, ni hablar de arte si no citas a Shakespeare, ni revolucionar la ciencia si no estudias en Harvard. Y no sobra decirlo, eso es ¡mentira total!
El virus del “menos” se cuela en todo
Está en la forma en que algunos sienten vergüenza de su acento. En cómo usamos “made in” como certificado de calidad, mientras dudamos del producto local. Está en que asociamos “desarrollo” con autos eléctricos, pero no con recuperar semillas nativas ni con filosofías ancestrales.
Está en cómo hasta nuestras izquierdas piensan en clave europea, sin preguntarse si Marx se tomaría un mate o entendería lo que es un trueque en la feria.
También pueden leer: ¿Te gusta sufrir? Cuando el victimismo es una estrategia de vida
Pero ojo: no es culpa nuestra sentirnos así
Igual que los niños de ojos cafés, no nacimos con ese complejo. Lo aprendimos. Y como todo lo aprendido, podemos desaprenderlo.
Hoy muchos se tiñen de rubio, sí. Pero también hay un movimiento poderoso que empieza a decir: ¿y si nos vestimos como somos? ¿y si bailamos como somos? ¿y si creamos como somos?
No queremos caer en romanticismos simples. Sabemos que hay pobreza, desigualdad y mil problemas que resolver. Pero ninguna solución duradera se va a construir desde la vergüenza de lo que somos. Y mucho menos si seguimos repitiendo una historia que nunca escribimos nosotros.
¿Qué hacemos con todo esto?
Pues lo miramos de frente. Lo desarmamos. Y lo reemplazamos. Porque Latinoamérica no es el patio trasero de nadie. No somos los niños que se equivocan más porque alguien les dijo que tenían los ojos del color “malo”. Somos la región que inventó el cero antes que Europa, la que construyó pirámides sin grúas, la que mezcla cacao con revolución, dolor con poesía, música con calle.
No estamos aquí para “alcanzar” al Norte. Estamos para caminar distinto y por qué no: con sandalias y cumbia de fondo.