La verdad, la verdad, todos hemos dicho alguna vez “tengo el corazón roto” (o “partio”, al ritmo de Alejandro Sanz) con el dramatismo de telenovela que juramos no tener. Y lo decimos así, sin preguntarnos demasiado qué significa, como si no fuera una frase sospechosamente anatómica para describir una emoción. Pero… ¿y si sí se nos parte tantito? ¿Y si no era solo drama, sino una intuición muy real, casi científica, de que el cuerpo también se rompe cuando el amor se muere?
El corazón partido… ¿es literal?
No vamos a fingir que somos cardiólogas, pero tampoco vamos a ignorar que hay estudios que lo confirman: el corazón sí puede sufrir un golpe físico por una ruptura. Existe algo llamado “síndrome del corazón roto”, y básicamente es el momento en el que el cuerpo decide que ya estuvo y que es hora de hacer una clase de huelga emocional con consecuencias reales. Es como si el corazón dijera: “se me baja la presión, señores, hagan algo”, y ahí vamos nosotros, tratando de explicar por qué no podemos ni con una junta de Zoom sin sentir esa sensación rara de opresión en el pecho.
No se trata de un corazón que literalmente se quiebra como una taza en la tarja, pero sí es un músculo que reacciona al estrés emocional extremo. Y las rupturas, sobre todo esas que nos llegan de sorpresa, son estrés nivel muy avanzado.
La ruptura como fenómeno postapocalíptico
¿Qué es una ruptura sino una pequeña versión personal del apocalipsis? Lo sabemos bien: un día están ahí, sin poder ver el siguiente episodio de la serie hasta que el otro llegue del trabajo, mandando memes cursis y echando domingos de flojera, y al otro están archivando conversaciones enteras y borrando fotos como si eso fuera a evitar que se cuelen en la memoria a las 2:37 a.m.
Ese microapocalipsis tiene efectos raros. De repente sentimos que el pecho pesa, que respirar se vuelve esa tarea opcional que el cuerpo nos deja hacer cuando quiere, que comer es una sugerencia más que una necesidad. Y ahí estamos, tratando de funcionar como si nada pasara, cuando por dentro estamos en ruinas.
Las emociones fuertes tienen maneras muy originales de filtrarse al cuerpo: dolores esporádicos, palpitaciones extrañas, sueño que va y viene. Puede sonar dramático decir que el corazón realmente se lastima. Pero drama no es sinónimo de mentira. Drama es la forma en que el cuerpo intenta traducir lo que no podemos poner en palabras. Y cuando hablamos de amor, de pérdida, de lo que creíamos seguro y de repente se desmoronó… pues sí, el drama se vuelve protagonista.
No dejen de leer: Los peores consejos que te han dado sobre el amor
Rompernos para seguir
Lo más interesante de todo es que, igual que un hueso, un corazón emocionalmente partido puede soldar distinto. No necesariamente más fuerte, pero sí más sabio. Más selectivo. Más lento en confiar, pero más rápido en reconocer las señales de advertencia.
Porque ustedes, los que están leyendo esto ahora mismo tratando de no pensar en cierto nombre prohibido, no están rotos: están reensamblándose. Somos criaturas que necesitan desarmarse de vez en cuando para entender hacia dónde va la próxima versión de nosotros mismos.
Y no es por romantizar el sufrimiento, pero todos sabemos que después de una ruptura viene una etapa extraña, incómoda, casi experimental, donde redescubrimos cosas básicas: qué nos gusta, cómo dormimos sin la respiración ajena, cómo se siente comer sin tener que compartir papitas. Eso también cura.
La magia de sobrevivir el apocalipsis
Hay algo profundamente humano en reconocer que sí, el corazón duele de verdad. Que es físico. Que no es “solo emocional”. Que no estamos exagerando cuando sentimos que el pecho se encoge, cuando la piel pierde color, cuando un mensaje no respondido se siente como un puñetazo chiquito.
Pero también hay algo poderoso, casi mágico, en ver cómo el mismo cuerpo que se fractura poquito también sabe reconstruirse. El corazón no se queda partido para siempre. Lo que sí hace es cambiar su forma, reajustarse, volverse un mapa con caminos nuevos, donde tachamos rutas peligrosas y donde marcamos con fosforescente los lugares donde todavía late bonito.
No dejen de leer: Del amor al odio ¿sólo hay un paso?
Entonces… ¿se nos parte o no?
Sí. Tantito sí. En todas las formas que importan. Pero también se nos pega de nuevo. Y, aunque duela aceptarlo mientras estamos en medio del caos, esa es la parte más bonita: el corazón no está diseñado para quedarse roto. Está diseñado para volver a intentarlo, incluso cuando juramos que ya no.
Lo demás —la fuerza, la dignidad, el humor negro, la playlist triste, los hikes el domingo en la mañana— llega en el proceso. Así que si sienten que el corazón se les fracturó… tranquilos. Es normal. Es humano. Y, sobre todo, es temporal.