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¿Eres demasiado amable? Chance y tienes este padecimiento

¿Podría ser el síndrome de Williams lo que está haciendo que seas demasiado amable? Estos son los síntomas que deben de tener en cuenta.

agosto 4, 2025

Una cosa es ser amable y otra es pasarse de amable, pero puede que el síndrome de Williams esté afectando su percepción del mundo. Aquí explicamos todo. 

¡Examen sorpresa! A ver, vamos a hacer una prueba rápida. ¿Sientes la urgente necesidad de decirle algo bonito al del elevador?, ¿le sonríes al repartidor como si lo conocieras de la primaria?, ¿ya estás abrazando a gente que acabas de conocer en la fila del banco? Si dijiste “sí” tres veces… ajá. Hablemos sobre el síndrome de Williams.

Tal vez no eres solo buena onda: podrías tener el síndrome de Williams, una condición que afecta a aproximadamente una de cada 7,500 personas. Todos tenemos a ese amigo (o somos ese amigo) que se hace íntimo del taxista, le cuenta su vida a la cajera del súper y termina abrazado de gente que ni conoce en las bodas. Ojo, si nada de esto les hace sentido, quizás quizás quizás, son esa persona.

¿Eres demasiado amable? Chance y tienes Síndrome de Williams

¿Qué pasa cuando la simpatía se convierte en superpoder? ¿Es todo miel sobre hojuelas? Noup. Dependiendo del día y del contexto, también puede ser el talón de Aquiles. Aquí es donde entra el síndrome de Williams, una condición genética bastante rara que, en palabras simples, hace que algunas personas vivan con el corazón en la mano y con el radar de peligros sociales… apagado.

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Los “mejores amigos de todos”

Imaginen caminar por la calle y sentir cariño genuino por cada persona que pasa. No una ligera curiosidad tipo “me gustó su chamarra”, sino una cosa desbordada que grita: “¡Quiero ser tu amigo y darte un abrazo ahora mismo, persona desconocida que me acaba de pasar!”

Así es como muchas personas con síndrome de Williams viven el mundo. Son increíblemente afectuosos, empáticos y conversadores. Esto ha llevado a que se les catalogue como “el opuesto al autismo”, porque su impulso no es retirarse del mundo social, sino lanzarse de cabeza a él.

Aunque ser así de lindos, tiene su lado oscuro. Y es que el cerebro humano evolucionó para tener cierta desconfianza no por otra cosa, sino porque hay que cuidarnos. Sobra decir que no vivimos en un mundo Disney.  Y justo ahí está el detalle con el síndrome de Williams: ese sistema de alerta no está bien calibrado. Es como si el botón de “cuidado con este extraño” estuviera desactivado permanentemente y pues, hay que tener cuidado con los extraños.

Las personas con SW se entregan sin filtros, lo cual suena bien hasta que te das cuenta de que también las hace vulnerables. Es fácil que alguien se aproveche de su confianza. Y lo peor es que muchas veces ni se dan cuenta de que hay un problema, porque están más enfocados en la sonrisa que en la amenaza.

¿Qué pasa en el cuerpo si tienes este símbolo?

Todo empieza con un accidente genético. Durante la creación de óvulos o espermatozoides, se pierde una porción del cromosoma 7. En concreto, se van entre 25 y 27 genes que son clave para varias cosas: desde la flexibilidad de los vasos sanguíneos, la forma de la cara y la sociabilidad.

Uno de los genes sospechosos de provocar esta hiper-amabilidad es el GTF2I (sí, parece clave de wifi). Cuando falta o no funciona como debería, las personas tienden a ser más sociales. ¿Y lo más loco? Hasta los ratones sin este gen se vuelven más amigables. Y las moscas. ¡Las moscas! Las moscas sin este gen quieren convivir y estar más cerquita entre ellas.

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¿Entonces es una especie de gen de la amistad?

Más o menos. También se ha visto que los perros, tienen una versión floja de este gen, lo que explicaría por qué son más dulces que los lobos, sus primos antisociales.

Este gen también afecta la mielina, esa capita que recubre los nervios y les permite transmitir información a toda velocidad. Sin ella, el cerebro se vuelve más lento para comunicar ciertas cosas. Por ejemplo: “Este señor me da mala espina”. Si ese mensaje no llega a tiempo, ya estás contándole tus más íntimos secretos altipo del metro.

¿Hay tratamiento?

Sí, y la ciencia se está poniendo creativa (aplausos). Por ejemplo, un antihistamínico que se usa para las alergias (la clemastina) podría ayudar a mejorar la mielinización. Y eso podría proteger a las personas con SW de algunas de las vulnerabilidades sociales que enfrentan.

Muchos científicos insisten en que no se trata de “corregir” a estas personas. Porque aunque sus cerebros funcionen diferente, también nos muestran una forma de estar en el mundo que se nos ha olvidado: sin cinismo, sin filtros y con una apertura sin condiciones.

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¿Conclusiones?

Que la simpatía también puede ser genética. Que hay cerebros que funcionan distintos. Que la evolución nos calibró para ser sociables pero no demasiado, y que el equilibrio es delicado. Y ojo: no estamos diciendo que todos los amables tengan síndrome de Williams, pero bueno, nunca está de más preguntarse si las ganas de ser besties de todo el mundo  es personalidad o también genética.

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