El duelo no es igual para todos. No es una línea recta, ni algo que “se supera” con el tiempo, de esto y más habla Mario Guerra.
El duelo es un proceso que se transforma, que te cambia y que puede enseñarte más sobre ti mismo que cualquier otra experiencia. Mario Guerra, Psicoterapeuta y Tanatólogo, va a explicar cómo realmente se vive el duelo: sin fórmulas y sin prisa.
Existe una mentira gigantesca sobre el duelo que nos han vendido durante décadas. Esa mentira dice que «superar» una muerte significa soltar, dejar ir, cerrar el ciclo, pasar la página. Y cada vez que escuchas esos consejos bienintencionados, algo dentro de ti se resiste. Porque en el fondo sabes que eso no es posible, y mucho menos deseable.
Y luego tenemos muy arraigadas, en México principalmente, la idea de «las cinco etapas del duelo», pero hay que saber que esta teoría ya es de los años 60’s y 70’s y, luego, dicho por su autora, nunca fue diseñada para personas que perdieron a alguien. Fue creada para personas enfrentando su propia muerte. Pero de alguna forma se convirtió en el manual universal de cómo «deberías» estar sintiendo, y en qué orden, creando una receta perfecta para que te sientas inadecuado en tu propio proceso si se pretenden aplicar tal cual…
Pero lo que nadie te dice es que el duelo no tiene un final donde la persona desaparece de tu vida o ya “lo superas”. El duelo es aprender a vivir con la ausencia física mientras mantienes una presencia emocional transformada. No se trata de romper el vínculo. Se trata de cambiarlo, de encontrar nuevas formas de llevarlo contigo sin que te paralice.
Y quizá no es coincidencia que nuestra cultura mexicana siempre haya sabido algo que la psicología apenas está redescubriendo: nuestros muertos no se van del todo si no los dejamos ir de nuestro corazón.
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El duelo no es igual para todos
Cuando muere alguien importante en tu vida, no solo perdiste a esa persona. Perdiste una colección completa de cosas que cuesta identificar o inventariar:
- Perdiste la versión de ti que existía con esa persona. Si murió tu mamá, ya no eres «la hija de» de la misma forma. Si perdiste a tu pareja, tu identidad como parte de esa pareja se evaporó. Perdiste un rol completo de tu vida.
- Perdiste todos los futuros que habías imaginado. Esas vacaciones que planeaban, esas conversaciones pendientes, esos momentos de «cuando pase esto te voy a contar». Todo ese futuro se canceló de golpe.
- Perdiste tus rutinas compartidas. El café de la mañana, las llamadas de los domingos, esa persona que era la primera que llamabas cuando pasaba algo importante.
- Perdiste a la única persona que te conocía de cierta manera. Nadie más tiene los mismos recuerdos compartidos. Nadie más te ve con esos ojos específicos.
- Y perdiste el mundo que existía cuando esa persona estaba viva. Porque el mundo cambió. Tú cambiaste. Y no hay vuelta atrás.
Entonces cuando alguien te dice que «tienes que seguir adelante», lo que en realidad te están pidiendo es que abandones todas estas pérdidas como si fueran equipaje viejo. Y tu instinto de resistirte a eso no solo es normal, es completamente sano.
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Las tres mentiras más dañinas sobre el duelo
Primera mentira: «Tienes que pasar por ciertas etapas». La realidad es que el duelo no es una escalera que subes peldaño por peldaño hasta llegar a la «aceptación» en la cima y quedarte ahí para siempre. El duelo es más como estar en un mar con olas. A veces estás tranquilo, flotando. Otras veces una ola gigante te golpea de la nada. Puedes estar bien en la mañana y destrozado en la tarde. Puedes sentir paz durante meses y después una canción te hace pedazos.
Segunda mentira: «El tiempo lo cura todo». El tiempo no cura nada por sí solo. Lo que hace el tiempo es darte espacio para aprender a vivir con la ausencia. Es como si te arrancaran una extremidad: con el tiempo aprendes a moverte diferente, desarrollas nuevas formas de funcionar, pero la extremidad sigue sin estar ahí. No «sanaste» en el sentido de que todo volvió a ser como antes. Aprendiste a vivir en una nueva configuración.
El tiempo solo es útil si lo usas para dejar que el duelo haga su trabajo. Porque si te resistes a la realidad, cinco años después vas a seguir exactamente en el mismo lugar emocional.
Tercera mentira: «Debes soltar y seguir adelante». Esta es la más dañina de todas porque te hace sentir culpable por amar. Te hace sentir que si realmente quisieras estar bien, podrías simplemente decidir dejar de sufrir. Como si el amor fuera un interruptor que puedes apagar cuando te resulta inconveniente.
La verdad es que no tienes que soltar a quien amas. Lo que tienes que soltar es la ilusión de que van a regresar, las preguntas eternas de «qué habría pasado si», la resistencia a la realidad de que murieron. Pero el amor, los recuerdos, el vínculo, todo eso puede quedarse contigo de una forma nueva.
¿Cómo vivir el duelo de forma personal?
Aquí está el cambio de paradigma que puede transformar tu duelo: no necesitas romper el vínculo con quien murió. Necesitas transformarlo de un vínculo físico a uno simbólico.
Por ejemplo, muchas personas conversan con sus muertos, por así decirlo. Pero la diferencia en el resultado está en esto: ¿Estás hablando con ellos desde la aceptación de la realidad de que murieron, o desde la evitación de esa realidad?
Ejemplo de conversación que ayuda: «Mamá, ojalá estuvieras aquí para ver esto. Me hubiera encantado compartirlo contigo. Te extraño tanto, pero voy a contarte qué pasó…» Reconoces que no está, honras su ausencia, y aun así mantienes la conexión.
Ejemplo de conversación que atasca: «Mamá, ¿cómo pudiste dejarme así? Me abandonaste cuando más te necesitaba. No puedo aceptar que ya no estés. Cada día espero que todo esto sea una pesadilla. Pongo tu plato en la mesa, guardo tu celular con batería ‘por si acaso’. Esto no puede ser la realidad, no lo acepto…»Niegas la muerte a través del enojo sin procesar, vives en estado de rebelión contra lo que pasó, y esa resistencia te mantiene en un limbo donde no puedes ni despedirte ni continuar.
La diferencia es enorme. Una te permite vivir tu vida mientras los llevas contigo. La otra te mantiene en un limbo donde no puedes avanzar porque estás resistiendo la realidad.
4 formas concretas de mantener el vínculo sanamente
Las conversaciones internas en momentos de decisión
Cuando enfrentes algo importante, puedes preguntarte: «¿Qué me diría?» No estás esperando que te respondan mágicamente. Estás accediendo a todo lo que conociste de esa persona, a su sabiduría, a cómo pensaba. Es una forma de mantener su influencia positiva en tu vida.
Ejemplo práctico: Estás considerando cambiar de trabajo. Te preguntas «¿Qué me diría papá?» y en tu cabeza escuchas su voz recordándote que él siempre valoró la estabilidad, pero también admiraba el coraje. Esa conversación interna te ayuda a tomar tu decisión desde un lugar más completo.
Rituales pequeños y cotidianos
No necesitas esperar fechas especiales para honrarlos. Puede ser tomar café en su taza favorita cuando necesitas sentirte cerca. Cocinar su receta cuando extrañas su presencia. Visitar un lugar que les gustaba cuando quieres «estar» con ellos.
Ejemplo práctico: Cada domingo haces el desayuno que tu abuela preparaba. Mientras cocinas, le cuentas tu semana en voz alta o en tu mente. No esperas que te escuche literalmente, pero el ritual te conecta con su memoria de forma tangible.
Incluirlos en tu narrativa de vida
Cuando compartes historias sobre ti, los incluyes naturalmente. «Mi hermano siempre decía…» «Cuando mi esposa estaba viva, nosotros…» No como si estuvieran aquí, sino como parte importante de tu historia que los formó.
Ejemplo práctico: Tu hijo te pregunta sobre algo y respondes: «Tu abuelo me enseñó que…» Así tu hijo conoce a quien no alcanzó a ver, y tú mantienes viva su influencia sin negación.
Celebrar fechas importantes de forma transformada
En su cumpleaños, en aniversarios, en Día de Muertos, creas nuevas formas de honrarlos que reconocen su ausencia pero celebran su vida. No es fingir que están aquí, es agradecer que estuvieron.
Ejemplo práctico: En el cumpleaños de tu mamá, en lugar de llorar todo el día sintiendo que «debería estar aquí», decides hacer algo que a ella le hubiera encantado. Donas a su causa favorita, cocinas su platillo preferido, o simplemente te permites recordar las mejores historias sobre ella.
En resumen el duelo es personal
Tu forma de vivir el duelo no está rota. No eres débil porque te duela o por extrañarlos después de años. Lo que está roto es el modelo que te dijeron que siguieras, ese que prometió que el dolor desaparecería de tu corazón si hacías las cosas «correctamente». Ese modelo te mintió.
Hay un momento clave en el duelo y es donde dejas de pelear contra la realidad. Aceptar que murió no es decir «está bien que haya muerto». Es decir «esto pasó, es horrible, y ahora tengo que descubrir cómo vivir en este nuevo mundo». Esa aceptación te libera porque deja de consumir tu energía en una batalla que no puedes ganar, y la redirige hacia algo que sí puedes hacer: reconstruir tu vida.
Y aquí está lo más liberador: aceptar que murieron no significa olvidarlos. Significa dejar de resistirte a su ausencia física para que puedas disfrutar su presencia simbólica. Pueden seguir siendo parte importante de tu vida sin que su muerte sea lo único que define tu presente.
Especialista: Mario Guerra. Psicoterapeuta, tanatólogo, coach ontológico, hipnoterapeuta certificado internacionalmente, conferencista y nuestro rockstar del amor.
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