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Taste freeze: La razón por la que ya no sabes de música

Les vamos a contar todo sobre el taste freeze y cómo es que después de cierta edad perdemos la capacidad de conocer música nueva.

noviembre 28, 2025

Cero les suenan las Lambrini Girls, Mk.gee o Nia Achives, no es su culpa, es culpa de su edad y aquí les contamos todo…

Hay un momento extraño en la vida, entre la tercera copa de vino y la primera contractura real,  en el que dejamos de escuchar música nueva. No porque no queramos, ojo. Nosotros todavía nos sentimos modernos, flexibles, abiertos, casi TikTok-friendly. Pero el algoritmo tiene otros datos. Y esos datos dicen que a los 33 entramos al famoso “taste freeze”, también conocido como “la congelación del gusto”, ese fenómeno tan involuntario como descubrir que ya no podemos desvelarnos sin sentir que nos atropelló un camión.

A los 33 la música nueva nos empieza a sonar… ¿demasiado nueva?. Y no lo decimos nosotros: lo dice Spotify, lo dice Big Data, lo dice ese primo de 22 que nos mira con la compasión de quien mira a un animalito perdido cuando confundimos a María Becerra con María Barracuda.

Pero no se preocupen, no significa que estén viejos (si lo repetimos mucho, igual y hasta nos la creemos). Solo significa que el cerebro dijo: “mira, ya tengo suficientes referencias culturales, gracias”.

La congelación del gusto: el síntoma de la adultez que nadie pidió

Primero vinieron los mom jeans. Luego el dad bod. Después la crisis existencial al descubrir que ya no entendemos ni un meme sin leer los comentarios. Y ahora… el “taste freeze”.

Según los datos, a los 33 ocurre el punto de no retorno musical. De repente dejamos de seguir el Top 40. No nos importa quién está en el #1. No sabemos si la canción que escuchamos en el Uber es nueva o de 2017, y honestamente no tenemos energía para averiguarlo.

Pero la buena noticia es que no dejamos de escuchar música. Al contrario: la diversificamos. Es decir, nos expandimos culturalmente…

Es la fase en la que descubrimos que el jazz no era tan aburrido como creíamos, que la bossa nova es perfecta para cocinar, que las bandas de nuestra adolescencia ahora hacen giras nostálgicas y nosotros lloramos en los videos de YouTube como si fuéramos fans fundacionales (y, de hecho, lo somos). Y de pronto nos sorprendemos diciendo cosas como: “Ay, tengo una playlist buenísima de que me recuerda al primer Corona”. Ustedes no eran así. Nadie era así. Pero bueno, 33.

La verdad incómoda: dejamos de ser el target

A los 20, la industria musical nos seguía por todos lados: en anuncios, radio, antros, fiestas, conciertos masivos. Éramos la generación dorada del consumo impulsivo. Pero a los 30 y tantos… ya no somos target. No somos la audiencia objetivo del nuevo hit viral; somos la audiencia objetivo del anuncio de antiácidos.

Y claro, eso cambia cómo escuchamos música. Dejamos de perseguir lo nuevo. Dejamos de fingir que nos emociona cada artista emergente con nombre impronunciable. Porque ser adulto también implica administrar energía emocional: no podemos enamorarnos de un cantante nuevo cada semana, apenas podemos recordar regar la planta.

Entonces hacemos lo más lógico: regresamos a lo que nos sostuvo en el pasado. La música que sabemos que funciona. La que nos acompañó en los primeros besos, los viajes absurdos, los errores románticos, los descubrimientos personales. Esa música no exige nada. La nueva sí.

Gracias, streaming, por tanto… y tan poco

Antes, descubríamos música por accidente: la radio, MTV, el hermano mayor, la amiga cool. Ahora, somos nuestros propios DJs, curadores, programadores y archivistas de momento. Todo está allí, perfecto, ordenado, listo para ser escuchado… pero también listo para mantenernos atrapados en nuestra burbuja.

El “taste freeze” se intensifica porque vivimos creando playlists para gente de nuestra edad, con gustos calcados. Y claro: si viven rodeados de personas que aman la misma década musical que ustedes, ¿por qué saldrían de ahí? Internet resolvió el acceso, pero complicó la sorpresa. Y sin sorpresa, no hay descubrimiento. Y sin descubrimiento… pues sí, taste freeze.

El dato que nadie quería saber pero que igual les vamos a dar: ser padres envejece el gusto 4 años

Spotify lo dijo, no nosotros: convertirse en mamá o papá envejece su gusto musical el equivalente a cuatro años. Nosotros ya los vemos: están ahí, con el niño en brazos, escuchando “la playlist tranquila para bebés” que acaba infiltrándose en su algoritmo como enemigo silencioso. De repente todo lo que les sugiere Spotify tiene vibras de spa, lluvia, arpa o ukulele. Y claro, ya están musicalmente en 37 aunque aún no cumplen 34.

¿Es malo dejar de escuchar música nueva?

No. Es humano. Es normal. Es casi tierno. Lo que pasa es que la música, igual que nosotros, se reorganiza después de cierta edad. Ya no buscamos pertenecer, buscamos sostenernos. Ya no necesitamos que la música sea novedad; queremos que sea refugio.

Siempre habrá un momento en el que escucharemos una canción nueva y diremos: ¡khá es eso! Y también habrá otro en el que algún sobrino nos recomiende a una banda que genuinamente nos encante y digamos: “Mira, todavía puedo”. Porque el taste freeze no es un cierre definitivo: es solo el fin de la presión social por pretender que seguimos al día.

Y si nos preguntan, eso es liberación. Así que si a los 33 dejan de escuchar música nueva… disfruten. Significa que al fin están eligiendo lo que les hace sentir, no lo que toca escuchar. Bienvenidos al club.

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