Hace unos días salió la noticia en las redes sociales de una mujer que se envenenó por tomar un suplemento de forma indiscriminada y aquí el cuento de cautela a la hora de comprar pastillas.
A ver, no estamos diciendo que dejemos de tomar la creatina o la proteína, ya saben que nuestros Nutriólogos de cabecera, Bea Boullosa y Nicolás Mier y Terán nos recomiendan hacerlo, de lo que hablamos es que hay que saber qué nos metemos al cuerpo y cuánto.
Como dice Nico, «el veneno está en la dosis», si tomamos de forma correcta los suplementos no tendríamos que estar mal, pero sí abusan, chance y les podría pasar lo que le pasó a Katie.
Hablemos del suplemento que Katie tomó y le cayó fatal
Nos encanta creer en píldoras mágicas. Si existe un frasco que promete menos dolor, más energía, piel luminosa y, de paso, salvarnos del envejecimiento, ahí vamos nosotros, tarjeta en mano y pagando extra por envío en menos de 24 horas.
El problema es que, detrás de esa mundo wellness, hay algo menos fotogénico: nuestro hígado intentando no colapsar.
Katie Mohan, 57 años, decidió en marzo que su vida necesitaba un boost de cúrcuma. ¿Por qué? Porque un doctor en Instagram dijo que esas cápsulas eran el remedio definitivo contra la inflamación y el dolor articular (la clave de alerta fue el «doctor» de Instagram). Lo que empezó como una rutina “natural” terminó en náusea, fatiga y dolores de estómago.
Al inicio, Katie pensó que era cansancio. Después, notó algo más inquietante: su orina estaba oscura, aunquebebía y bebía agua porque la hidratada siempre. La conexión no fue inmediata: ¿quién sospecha de la cúrcuma, ese polvito inofensivo que usamos en el curry? Pero, vio un reportaje de NBC News sobre el aumento de casos de daño hepático por suplementos y fue como mirarse en el espejo: los síntomas coincidían con los de otra paciente que había tomado la misma dosis alta de cúrcuma.
Katie fue a urgencias. Los análisis revelaron que sus enzimas hepáticas estaban 70 veces por encima del nivel normal. Setenta (para los que no entienden de estas cosas, o sea casi todos, es muchísimo). El diagnóstico fue claro: estaba a un paso del daño hepático severo, ese que requiere trasplante. Así y todo por meterse una cantidad mayor de cúrcuma de lo recomendado por los médicos y nutriólogos.
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¿Realmente la cúrcuma tuvo la culpa?
Aquí viene la parte incómoda. Nos reímos de los anuncios antiguos de cigarros con doctores recomendando marcas, pero no hemos avanzado tanto. Hoy el marketing disfrazado de ciencia se esconde en Reels y TikToks, con «doctores» influencers (o peor videos modificados con IA) vendiéndonos cápsulas de plancton, colágeno marino o extracto de cualquier cosa que no sabemos ni qué es o qué tiene.
El discurso es perfecto: “100% natural” “antiinflamatorio” “desintoxicante”. Palabras que nos seducen porque suenan suaves, inofensivas. Pero natural no significa seguro. La cicuta (una planta venenosa) también es natural y nadie anda metiéndola en smoothies.
El héroe de la historia: el hígado
Mientras tanto, nuestro hígado trabaja horas extra, procesando todo lo que creemos ciegamente que es bueno. Lo tratamos como si fuera un personaje secundario en nuestra vida: solo nos acordamos de él cuando protesta. Lo no tan gracioso es que justo el suplemento que se supone “apoya la salud” fue el que estuvo a punto de poner a Katie en lista de trasplantes.
La era de la salud
Vivimos en un tiempo donde pedimos salud como pedimos comida a domicilio: rápido, barato, con reseñas de cinco estrellas en línea. Queremos soluciones empaquetadas, no procesos lentos. Y claro, preferimos tragarnos cápsulas que revisar con un médico real, ese que te manda buenos hábitos, ejercicios y no tiene miles de seguidores en redes.
El resultado es este: confiamos más en un video editado que en la bioquímica básica. Y terminamos en urgencias preguntándonos cómo un polvito amarillo pudo poner en jaque un órgano vital.
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¿De quién es la culpa?
Podemos culpar a los influencers disfrazados de expertos, a quien produce los suplementos o al vecino que nos lo vendió… Pero también, seamos honestos, la culpa es nuestra. Somos adictos a creerle a nuestro algoritmo.
El caso de Katie no es aislado: los reportes de daño hepático por pastillas milagrosas están en aumento. Y no hablamos de drogas sintéticas clandestinas, sino de cápsulas que pueden comprar en línea.
La lección es clara: la salud no se compra en pastillas milagrosas, se construye con lo aburrido de siempre: chequeos médicos, alimentación decente, ejercicio, descanso. Sin filtros y con mucho ojo. Acuérdense siempre que:
- Si un suplemento promete “desintoxicarte”, recuerda: tu hígado ya hace ese trabajo. Gratis. Sin suscripción mensual.
- No porque “miles” lo hagan significa que sea bueno para ti.
- Natural no significa seguro.
Katie sobrevivió. Pero su historia es un recordatorio duro: lo que nos venden como welllness no necesariamente nos hace bien.